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Había una vez un pescador tan viejo y tan pobre que apenas podía mantener a su esposa y sus tres hijos. Iba todos los días a pescar y todos los días seguía una regla para tirar sus redes. Solamente las tiraba 4 veces y así sabia que si no pescaba nada era porque dios no quería que pescara ese dia.
Una mañana partió a la luz de la luna y llegó a la orilla del mar. y arrojó sus redes, y mientras las iba tirando hacia la orilla sintió un gran peso. Pensó que había atrapado un pez grande y se sintió muy feliz y esperanzado. Pero un momento después, al ver que en lugar de un pez solo tenía en sus redes el cuerpo de un burro, se decepcionó mucho. Y se dijo a si mismo. Esta es la primera del dia.
Molesto de haber tenido tan mal botín, cuando hubo remendado sus redes, que el cuerpo del asno había roto en varios lugares, las arrojó por segunda vez. Al atraerlas volvió a sentir un gran peso, de modo que pensó que estaban llenos de peces. Pero solo encontró una gran cesta llena de basura. Estaba mas molesto todavía ya que sabía que era la segunda oportunidad perdida.
- ¡Oh, fortuna!, gritó, no juegues así conmigo, un pobre pescador, que apenas puede mantener a su familia.
Diciendo esto, tiró la basura y, después de haber limpiado sus redes de tierra, las arrojó por tercera vez. Pero solo encontró piedras, conchas y barro. Estaba casi desesperado de ver como se había pasado el día tirando la redes, reparándolas, y limpiándolas y finalmente no había pescado nada.
Luego lanzó sus redes por cuarta vez. Al recogerlas vio que había pescado una especie de lámpara amarilla, que por su peso parecía estar llena de algo, y notó que estaba sujeta y sellada con plomo, con la impresión de un sello. Estaba encantado.
- La venderé en el mercado, se dijo a sí mismo, con el dinero que obtenga, compraré el trigo que necesito para dar de comer a mi familia.
Examinó la lámpara por todos lados y la agitó para ver si sonaba. Pero no escuchó nada, pero viendo su aspecto pensó que debía haber algo precioso dentro.
Intentó abrirla de varias maneras hasta que con bastante dificultad pude eliminar el sello de plomo con su cuchillo, la puso frente a él, y mientras la miraba con atención, salió un humo tan denso que tuvo que retroceder uno o dos pasos. Este humo se elevó hasta las nubes y, extendiéndose sobre el mar y la orilla, formó una espesa niebla que causó gran asombro al pescador. Cuando salió todo el humo de la jarra, se juntó y se convirtió en una masa espesa en la que apareció un genio, dos veces más grande que el gigante más grande.
- Gran rey de los genios, gritó el genio, ¡nunca más te desobedeceré!
- ¿Qué es esto que estás diciendo, gran genio? Cuéntame tu historia y cómo llegaste a estar encerrado en esa lámpara.
- Háblame más cortésmente, dijo, si no quieres que acabe contigo, dijo el genio.
- ¿Por ibas a matarme? gritó el pescador. Acabo de liberarte.
- Pero eso no me impedirá matarte; y sólo te voy a conceder un favor, que es elegir la forma de tu muerte.
- ¿Pero qué te he hecho? preguntó el pescador.
- No puedo tratarte de otra manera, dijo el genio, y si no sabes por qué, escucha mi historia.
"Me rebelé contra el rey de los genios. Para castigarme, me encerró en esta lámpara de cobre, y puso en la tapa de plomo su sello, que es un hechizo suficiente para evitar que salga. Luego hizo arrojar la lámpara.
Durante el primer período de mi cautiverio juré que si alguien me liberaba antes de que pasaran cien años, lo haría rico incluso después de su muerte. Pero ese siglo pasó y nadie me liberó. En el segundo período juré que daría todos los tesoros del mundo a mi libertador, pero nunca vino.
En el tercer período, prometí hacerle rey, estar siempre c