Hoy nos adentramos en terreno desconocido y hablamos del cuento de Sinuhé, obra maestra de la literatura egipcia. Se estima que se compuso en torno al 1800AC (¡hace 3800 años!) poco después del reinado del faraón Senworset III.
Lo más destacado del buen Senworset son sin duda los dos chopazos que tiene como orejas, así como cualquier paseante curioso del Museo Británico podrá comprobar al pasar bajo su estatua.
Pero esto poco tiene que ver con Sinuhé a parte de que era un sirviente más de la corte de Sehetepibre, padre de Senworset. Tras cierta incertidumbre ligada a la sucesión del faraón, Sinuhé se asusta y decide huir de Egipto. Empieza en ese momento su descenso al caos que le llevará a tierras lejanas, largos días de sed en el desierto saboreando el sabor de la muerte, noches enteras caminando en la oscuridad y al final cierta tranquilidad en algún lugar de Siria. Pero uno siempre añora su tierra natal, y Sinuhé mas que nada quiere volver a la corte del faraón...
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Aquellos sabios escribas,
eternos son sus nombres.
No importa que ya no estén,
el ciclo de sus vidas completo,
y sus gentes olvidadas.
No construyeron pirámides de bronce con estelas de hierro,
Sus herederos sus textos, las enseñanzas que nos legaron
Con su vida, perdimos también sus nombres,
Pero sus palabras guardan su memoria.