¿Y si lo que te ha mantenido atado no es falta de fe… sino mentiras que decidiste creer?
Muchos cristianos viven oprimidos, confundidos o estancados porque el enemigo ha logrado convencerlos de que los demonios no existen, que un creyente no puede ser influenciado o que no necesitan liberación.
Jesús nos dejó una autoridad real: echar fuera demonios, orar con poder y vivir en libertad. Pero esa libertad se pierde cuando abrimos puertas —con el pecado, el ocultismo, la amargura o la falta de perdón— y luego creemos que nada pasa.
La verdad es simple: hay batallas que no se ganan con excusas, sino con confrontación espiritual.
Dios ya hizo su parte… ahora te toca cerrar puertas, renunciar a lo que te ata y pelear con la autoridad que Él te dio.