Suele suceder: es mejor tomarse las cosas con calma para
poder identificar mejor todos los matices de lo que nos rodea. No alterarse y
tener horizontalidad para percibir cada movimiento. Eso es lo que permite la
“cumbia rebajada”, uno de los subgéneros tropicales más descriptivos desde su
propio nombre: cumbias bajadas de tempo, llevadas a ritmos más lentos, casi
psicodélicos, con líneas muy abiertas.
Un concepto con el que dieron dos familias de hermanos
mexicanos, los Perea y los Ortega, que viajaron por toda América Latina con una
buena cantidad de discos para vender a los diversos sonideros para pinchar
nuevas melodías. Los ritmos colombianos eran perfectos para la cultura del sonidero,
pero eran demasiado rápidos.
Eso lo solucionó, por un lado, Marco Antonio Cedillo, de
Sonido Imperial, que llevaba tiempo experimentando con los equipos de sonido, y
creó un revolucionario sistema que permitía ralentizar las canciones; y por
otro, Gabriel Dueñez, que casi se electrocuta por un cortocircuito en su
sonidero, pero dicho cortocircuito hizo que el plato comenzase a girar en
cámara lenta, despertando el fervor de los asistentes a ese sonidero,
pidiéndole que grabase casetes con esos ritmos a los que denominó “rebajada”. Como
una cumbia emporrada, vaya.
Aquellas cintas se convirtieron en un objeto de culto, a
la vez que en un subgénero surgido de la azarosa casualidad y de la necesidad de
expandir otros ritmos latinoamericanos ante una juventud ávida de conectar con
otras músicas. Ahora es el sello alemán Analog Africa quien se salta la
línea africanista para encargarle a DJ Lengua que recopile algunas de las
mejores cumbias rebajadas que sonaban en los sonideros entre 1962 y 1983, en un
álbum que, casualidad o no, coincide en un momento en el que plataformas como
TikTok están popularizando las “slowed versions” (es decir, versiones
ralentizadas o… rebajadas) de conocidas canciones contemporáneas.
Canciones de proyectos muy conocidos por entonces como
Junior y su Equipo, o hits que funcionan tanto en su versión acelerada como en
la rebajada como “Paga la cuenta sinvergüenza”; piezas que imaginan una suerte
de candombe-dub (“Infinito”); otras que se anticipan al sonido del 8bit (“La
Borrachita”); otras que parecen un presagio de unos King Gizzard & the
Lizard Wizard cumbieros (“Feito Parrandero”); otras que anticiparon el sonido
de la cumbia villera, que guarda mucha conexión con la cumbia rebajada a nivel
rítmico (“Bien bailadito”); u otras que resuenan casi como un western tropical
(“El Chacarero”). La vida calmada es la vida mejor.
Alan Queipo.