Cuando Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania en agosto de 1914, los planificadores militares de Londres eran muy conscientes de que el enemigo poseía un arma única: dirigibles rígidos gigantes. Los más conocidos eran los Zeppelin, aunque una empresa rival, Schütte-Lanz, construyó un número menor.
Durante algunos años, los dirigibles Zeppelin funcionaron como aviones civiles que ofrecían a los viajeros entusiastas una vista de pájaro de los paisajes de Alemania, Austria y Suiza. El ejército alemán no tardó en reconocer su potencial como arma de guerra. En una época en la que los aviones no eran más que endebles estructuras de madera, alambre y lino, los gigantescos y rígidos dirigibles alemanes parecían encarnar el verdadero futuro de la aviación.
Al comienzo de las hostilidades, el ejército alemán contaba con dos flotas de dirigibles: una para la marina y otra para el ejército. A medida que avanzaba la guerra, fueron los Zeppelin de la marina los que prosiguieron la guerra aérea contra Gran Bretaña con mayor convicción, aunque el honor de ser los primeros en bombardear Londres recayó en un Zeppelin del ejército en mayo de 1915.