LA ORACION
Pero…
¿Sé acercarme a Dios a través de la oración?
¿Se lo que es la oración?
¿Se cómo orar?
Hasta los mismos apósteles le pidieron a Jesús que les enseñara a orar:
Y les enseñó la más perfecta oración, aquella que viene directamente de Jesús.
PADRE Nuestro, que estás en los Cielos…
San Crisóstomo dice, que quien no ora como el divino Maestro ha orado y enseñado a orar, no es su discípulo, y Dios Padre no escucha con agrado, las oraciones que compuso el espíritu humano, sino las de su Hijo, que Él nos ha enseñado.
Cada vez que me aproximo, cada vez que tengo la osadía, el atrevimiento de acercarme a Dios, tengo que estar totalmente desnudo, solo adornado de mis miserias, de mi poca cosa, de lo pequeño que soy, y veo a ese portento de amor, que es María, ese portento de amor, que es Jesús, Sagrado Corazón de Jesús… y los veo tan grandes…
Nos dan tanto y les damos tan poco…
¿Amamos a Dios sobre todas las cosas?
Ese primer mandamiento de amor…
¿Qué poco te amamos Jesús?
Para la inmensidad de amor que tú nos das, que poco te amamos Madre mía, con tanto, tanto y tanto amor que nos das.
Tenemos que mostrar la gratitud al Señor, a María, que nos llenan de gracias inmerecidas, en esa pequeñez que somos, en ese… últimos de los últimos, cuando percibimos que no somos nada, ante esa Madre que lo es todo, que nos lleva al Todo, a Jesús.
Es entonces…
¡Miserables de nosotros!, cuando ni siervos ni esclavos somos dignos del Dios.
Cuanto más te des de bruces sobre la tierra, cuando te veas en esos momentos de angustia…
Convencido de que necesitas su auxilio…
Cuando Dices:
¡Señor mío…y Dios mío!
Bien dice la liturgia de las horas:
“Dios mío, ven en mi auxilio
Señor date prisa en socorrerme”
Es la oración la que nos abre el alma, descubre los peligros que nos acechan y convierte nuestro corazón, en pura humildad.
Aquella que reconoce nuestra insignificancia, nuestra pobreza…
Que nada soy, que nada tengo, que nada poseo…
Pero…
¿Se orar?…
Se acercarme a Jesús y reconocer esa poquedad… Reconociendo que no se orar…
Tengo que aproximarme, acercarme como un mendigo hincar mi frente, humillarme y reconocer mi propia fragilidad, mi indigencia, mi miseria, que soy un ciego buscando la mano que me guíe…
Señor concédeme la humildad que cambie mi corazón de piedra, en un corazón de amor. Que sin ti no puedo dar un paso, que soy un invalido y viéndome trasparente, pues delante de Dios es absurdo engañarse, ante el que todo lo ve…
Reconocer, que la verdad de mi vida es que soy un pobre hombre, haz que mi voluntad, Dios mío, se rinda a la vuestra..
Que despojado de todo, pues eso somos… nada.
Mi voluntad quede a la Vuestra rendida…
¡Cuánto hay que imitar a la reina de la humildad!
SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA!
Hágase en mí según tu palabra, He aquí la esclava del Señor.
Total docilidad a la voluntad del Señor…
Es entonces cuando somos trasparentes, el momento en el que arrastrados por el suelo… rezamos de verdad, reconociendo que nada somos, que nada merecemos, que todo nos lo das por añadidura…
Tomando conciencia de nuestra humildad en ese acto de abandono en Dios
Cuando ve la humillación de su siervo imitando a María, aquella en la que Dios vio la humillación de su esclava, es cuando en ese acto de confianza, hará florecer la acción del Espíritu Santo con un torrente de vida para su gloria.
Venid y adoremos a Cristo, oremos con él desde la humildad.
Los santos nos dan cumplido ejemplo de todo esto, su vida es sinónimo de oración.
SAN PIO DE PIETRELCHINA nos dice
“Ayúdate con la lectura de los libros santos, porque en la oración y meditación somos nosotros quien hablamos al Señor, mientras que en la santa lectura es Dios quien nos habla a nosotros”.
Añadiendo:
A Dios se le busca en los libros y se le encuentra en la meditación.
Cuando se reza bien, la oración conmueve el corazón de Dios y le invita, siempre más, a acoger nuestras súplicas.
SAN JUAN BOSCO:
Cuando se reza por cada dos gramos, nacen cuatro espigas
SAN JUAN CRISÓSTOMO:
La oración es la luz del alma.
SANTA TERESA DE CALCUTA:
El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. Y el fruto del servicio es la paz.
SAN JUAN PABLO II:
Quien dice que no reza por falta de tiempo, lo que le falta no es tiempo, lo que le falta es amor.
SAN AGUSTIN:
“Si la fe falta, la oración es imposible. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe”.
“Haz tú lo que puedas, pide lo que no puedes, y Dios te dará para que puedas”.
SANTO TOMAS DE AQUINO:
Estos son los cinco requisitos importantes de la oración: Debe ser confiable, recta, ordenada, dedicada y humilde.
SAN MAXIMILIANO KOLBE:
La oración es un medio desconocido y sin embargo es el más eficaz para restablecer la paz en las almas, para proporcionarles la felicidad, ya que sirve para acercarlas al amor de Dios.
SAN PEDRO CRISOLOGO:
Tres son las cosas por la cual permanece la fe, se refuerza la devoción y permanece la virtud: La oración, el ayuno y la misericordia.
Y tantos y tantos otros que la lista sería interminable
Cerraremos como broche de oro, con una pequeña historia de la fuerza que tiene la oración. De cómo la Virgen María, aquella que dio a Santo domingo de Guzmán su más perfecta oración, EL ROSARIO, que recibió de sus manos, la protección más sublime ante los enemigos de Dios.
Y veremos su protección, la que da a los hijos que la invocan, aquellos que musitan el nombre de María, en esa sublime oración:
¡AVE MARIA…!
No es posible expresar cuánto estima la Santísima Virgen el Rosario sobre todas las devociones y cuán magnánima es al recompensar a quienes trabajan para predicarlo, establecerlo y cultivarlo y cuán terrible es, por el contrario, con aquellos que quieren hacerle oposición.