107 CONVERSANDO CON DIOS
En estos días, conversando con Dios, que escucharle en el Evangelio no es otra cosa.
Sentí el silencio de la oración y al tener la certeza de estar acompañado en esa soledad silenciosa, escuché una dulce voz. Que queda, hablaba al alma.
“Lo necio del mundo, lo he escogido para humillar a los sabios, y lo débil para humillar el poder. Aún más, he escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en Mi presencia”.
«El que se gloríe, que se gloríe de su Señor.»
Si Dios te ha concedido un don especial, es parte de su propósito desde el inicio de la creación, y no es porque tengamos mérito alguno en nuestra existencia, sino puramente por Su Gracia, y por las maravillas que Dios ha obrado en nuestras vidas.
Buscad vuestra fuerza en el Señor, en su invencible poder. Poneos las armas de Dios para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque vuestros enemigos no son de carne y hueso, para poder resistir y manteneros firme. Por eso tomad las armas de Dios, sed soldados de Cristo, ciñendo la cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia, calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas encendidas del maligno. Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del espíritu que es la PALABRA DE DIOS.
Y así, “CONVERSANDO CON DIOS”. QUE EL EVANGELIO NO ES OTRA COSA”
En esa conversación tan especial, vi y sentí, que junto a mí, se hacía presente ese jardín del Edén.
Y en él, un ovalo de luz inmenso empequeñecía al Sol, denotaba la presencia de la Señora de las doce estrellas, de la Reina de la Humildad de la Divina Pastora… Virgen María, que como si de un imán se tratara me llevaba a Dios, a la Eucaristía, a la presencia de su Hijo y Señor.
Me deslumbró su blancura infinita, reflejo de nieve, su bondad, pureza del alma, su amor infinito y su fragancia, que recordando la esencia de las rosas, se hacía presente la más preciosa flor.
Levantando los ojos al cielo di gracias… y musitando una palabra… entendí lo que Él nos trajo
Y al ver Rostro de Jesús…
Sentí amor.
Y al SEGUIR escuchándole en el evangelio, que no es otra cosa…
¡Seguí… conversando con Dios!