No duró mucho el “bajemos el tono y colaboramos” acordado por los poderes el martes. Pasa, por un lado, que la antesala a ese punto de encuentro ya era un campo minado. Pasa, por el otro, que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Y si encima esas buenas intenciones son de dudoso andamiaje, pues ni para qué. Sumado a todo lo anterior, la desgracia que expuso todas las fisuras. El miércoles en la noche en un nuevo incidente de violencia un oficial del OIJ fue asesinado y otro terminó en el Calderón Guardia, donde lograron salvarle la vida pese a la delicada condición en la que llegó.