Te recomiendo escuchar este cuento en audio👆🏼
Este cuento se llama Galletitas. No te lo recomiendo si eres impresionable o es fácil que te den náuseas. A partir de aquí hay desnudos, fluidos humanos y palabras altisonantes. Estás advertido. ¡También hay multimillonarios sufriendo!
(Creo que funciona mejor en audio)
Galletitas
Esta idea de cuento comenzó cuando un español dijo que Zuckerberg era un soplapollas y una mexicana le respondió que en su país era un mamavergas.
La sala de juntas estaba impoluta. A través de los ventanales se alcanzaban a ver las luces de los rascacielos más altos que haya imaginado el ser humano. La luz es tan fría como la temperatura del aire acondicionado. Sólo hay una pared, enorme y gris, que tiene un cuadro colgando. Es algo parecido a un Rothko: fondo negro con un rectángulo café encima y uno rojo abajo. No hay nada que parezca medianamente hogareño en la sala.
Salvo un plato con galletas con chispas de chocolate en medio de la gran mesa oscura.
Las sillas todavía están vacías, pero no por mucho. De pronto, en una de los asientos, se transfigura un ser alto, de cabello rubio y piel naranja. Traje azul, corbata roja. El hombre ve de un lado al otro, sin entender dónde está. En ese instante, otro hombre aparece sentado frente a él. No lleva traje, sino una camiseta negra. Su cara cuadrada le es familiar.
—Elon, ¿eres tú?
—¡Donald! ¿Dónde estamos? —pregunta el señor Musk mirando por la ventana, averiguando si puede reconocer alguno de los rascacielos.
No acababa de decir esto cuando otros dos hombres aparecieron a la derecha de Trump y a la izquierda de Musk: junto a Musk emerge Jeff Bezos, se manifiesta con la cabeza entre las manos. Está visiblemente adolorido. Al lado de Trump, Sundar Pichai se transfigura tan repentinamente que sus lentes salen por los aires.
—¿Qué es este lugar? —pregunta Jeff Bezos.
—¿Por qué están aquí? —le responde Pichai, la cabeza de Google.
Todos guardan silencio unos segundos. No hay ruidos. Parece que el edificio en el que están está muerto salvo por las luces y el ruido del aire acondicionado de la sala. Musk decide levantarse de manera brusca; justo cuando lo hace entonces aparece un último personaje junto a Bezos: Mark Zuckerberg, quien se materializa sin pisca de discreción.
—¡AAAAAAAH!
Zuckerberg se está tapando la cabeza con los brazos.
—¿Todo bien? —pregunta Pichai.
—¡Por supuesto que no! ¿Qué estamos haciendo aquí? Hace unos segundos estábamos en la cumbre ésa.
Donald entorna los ojos y mira de un lado para el otro.
—¿La de tecnología?
—¡Sí! La de tecnología. ¡Y de pronto hubo una bola de fuego! O algo así y, nada, justo cuando creí que moriría, aparecí aquí.
—Caballeros, es que están muertos.
La voz que los interrumpe viene de algún lugar innombrable. No hay bocinas y no se ve el equipo de audio. Pero sí que se escucha una voz grave y aterciopelada, que sigue hablando.
—Esto es el purgatorio y van a ser juzgados. Pero para continuar con este relato, le voy a pedir a mi escribana, que cambie el formato. Después de todo, necesito que sigan mis diálogos.
Bezos: ¿De qué habla este fulano?
Trump: No tengo ni la menor idea. ¿Pero purgatorio? Esto es ridículo. Yo debería estar en el Cielo, con una estatua enorme. ¿Quién es el encargado aquí? Necesito hablar con alguien. Y no podemos flaquear ante estas beligerantes amenazas.
La voz: Apenas puedo creer que sepas decir “beligerante”, Donald.
Musk: Estamos perdiendo el tiempo discutiendo aquí en la Tierra cuando yo iba a dar la conferencia sobre colonizar Marte. Los que están aquí sólo aman los monopolios, yo construyo cohetes.
Pichai: ¿No acaban de escuchar que estamos muertos?
Zuckerberg: Pues ya que tú y todos los tuyos saben todo, ¿qué hacemos?
La voz: ¡Escucharme! Su salvación se encuentra en ese plato de galletas.
Sin excepciones, los multimillonarios ríen al unísono.
Trump: Si es una competencia para comerlas, tengo mi punto asegurado.
La voz: No, no es una competición para comerlas. Sino para evitar comérselas. ¿Conocen el juego de la galleta?
Los hombres se miran entre ellos. Todos saben exactamente de qué va el juego. De los cinco, al menos dos creen que es un mito. Los otros tres están conscientes de que los seres humanos no tienen límites.
Musk: ¿Y los que ganemos?
La voz: Ganarán el cielo.
Trump: Perfecto.
El presidente de los Estados Unidos se pone de pie y se abre la bragueta. Saca su miembro, fláccido, y reta a todos con la mirada.
Zuckerberg: Yo digo que esto no está en los términos y condiciones de lo que creo.
Musk: ¡Zuckerberg! Controlas hasta los pensamientos de la gente y pareces tener miedo.
Él es el siguiente en levantarse y sacarse el pito.
La voz: Sundar Pichai, levántate y explica de qué se trata esto.
Pichai: ¿Yo por qué debo ser el siguiente?
La voz: Google todo lo sabe, si no sabes cómo se juega esto, todavía tienes tu celular en el bolsillo. Si se leen las reglas, sabemos los términos y condiciones. No lo recuerdan pero los aceptaron en su camino interdimensional hasta aquí.
Pichai bufa, teclea y lee el primer resultado:
Pichai: La galleta empapada, a veces también denominado el juego de la galleta o Cookie Ookie, es un juego de masturbación que se originó en el Reino Unido, juego en el cual los participantes están alrededor de una galleta y se tienen que masturbar hasta eyacular sobre ella: el último que eyacula se la tiene que comer cubierta con el semen de todos los participantes.
Tras leer, Pichai también se abre la bragueta.
Bezos: Esto suena como una estrategia muy rara de motivación corporativa. ¿Quién eres tú? ¿Dios?
La voz: Dios… no está disponible en este momento.
Musk: Entonces, ¿eres el Diablo? Porque si es así, tengo algunas preguntas. ¿Cuánto cuesta comprar una parcela en el Infierno? Podría establecer una colonia.
La voz: Llámame como quieras, Elon. Pero no estoy aquí para negociar. Estoy aquí para juzgar. Y el juego comienza ahora. Si no participan, igual irán al infierno.
Bezos se para de mala gana y se baja los pantalones enteros.
Zuckerberg, de pronto, salta a la mesa y dice: ¿No deberíamos estar más cerca de las galletitas?
Los hombres deciden ponerse en pie sobre la mesa y comenzar a masturbarse. Si te lo preguntabas, querido lector: Ahí nadie la tiene grande.
La voz: Escribana, a lo tuyo.
Los hombres se miran confundidos sólo por un par de segundos. Luego, Elon decide masturbarse lo más rápido posible. Los demás se quitan la pena y lo siguen. Hasta que Bezos, que parece en completo control, el único que lleva un ritmo más acompasado, dice:
Bezos: Me parece sabio que hablemos para que nuestros contrincantes tengan menos oportunidad de ganar con la distracción.
Zuckerberg: Es increíble que compartas tus tácticas con competidores, Bezos. Pero sí: las estrategias siempre encuentran la manera de surgir. Como los datos. Y se los digo porque yo ya controlo sus puertas de entrada. Facebook, Instagram, WhatsApp… ¿Necesitan que les recuerde que soy también dueño del metaverso?
Musk: Ah, sí. El metaverso. Ese lugar vacío al que nadie quiere entrar.
Trump: ¡Eso es cierto! El metaverso es un fracaso. Yo construiría un mejor metaverso. Un metaverso americano. Grande, hermoso y lleno de casinos. ¿No es una idea genial?
Bezos: La gente prefiere los algoritmos a los casinos, Donald.
Pichai: Estamos desviándonos. El verdadero problema es que estamos cayendo en el juego de alguien más. ¿No podríamos controlar el más allá nosotros?
Musk: Pues creemos nuestro propio más allá. Sería un país dirigido por las mentes más brillantes de la humanidad. Nosotros. No hay fronteras de espacio.
Trump: Me gusta eso. Yo podría ser el presidente vitalicio.
Bezos: ¿Una nación dirigida por CEOs? Suena aterrador, Musk. Pero muy emocionante.
Zuckerberg: Si lo hacemos, pido controlar las elecciones.
Pichai: Yo me puedo asegurar de que las búsquedas en Google apunten a lo mejor de cada uno.
Alzando la voz, Trump agrega:
Trump: ¡Perfecto! Entonces, tenemos un plan. Tomemos el más allá y volvámoslo hermoso. Make afterlife great again. La podemos llamar: United States of Billionaires.
Y al parecer, la sola idea de pensar en algo así es excitante, porque Trump es el primero en eyacular sobre las galletas. Riéndose, se vuelve a abotonar los pantalones.
Trump: Pero podemos pensar en eso después, porque yo tengo mi lugar asegurado en el cielo. Como debe ser.
Musk: No se llamará United States of Billionaires, Donald. Se llamará Mars-life Incorporated.
Y él también termina, apenas y con algo de semen, sobre las galletas.
Pichai: No. Me gusta más Alphabet-land.
Sundar Pichai eyacula bañando las galletas, que para este momento se ven muy pero que muy poco apetitosas.
Bezos: Blue hell, será.
Zuckerberg: Mejor Meta-Nation, Bezos.
Sólo faltan ellos dos. Bezos y Zuckerberg se miran mientras mueven sus manos rápidamente, como si tuvieran poderes mágicos. Ambos piensan en lo más excitante, y espantoso, que tienen en sus mentes. Bezos usa la mano derecha, Zuckerberg la izquierda. Los hombres vitorean a su alrededor:
¡Mark, Mark, Mark! ¡Jeff, Jeff, Jeff.!
Los dos contrincantes cierran los ojos.
Y con un sonoro gemido, Bezos completa su tarea cubriendo las galletas.
Zuckerberg abre los ojos al escuchar a su competidor y su miembro vuelve a ser fláccido en sólo unos segundos. Espantado, mira a los cuatro hombres que lo estudian, sonriendo.
La voz: Mark Zuckerberg, tienes que comerte al menos una galleta si aún quieres el cielo.
Sin mucha seguridad, el CEO de Meta se pone en cuatro, con los pantalones todavía abajo, escoge la que parece menos manchada y se la acerca poco a poco a la boca. Pichai se da vuelta, visiblemente mareado con la escena. Elon abre más los ojos, como si viera una proeza. Trump sonríe, disfrutando del sufrimiento ajeno. Bezos es el único que mira con cara de póker.
Zuckerberg decide comérsela de un bocado. Sin masticar, sin nada. Tose. Los participantes ríen; felices, se abrazan. Nadie quiere hablar de la vergüenza que han pasado. Aunque guardarán la información de que Zuckerberg se ha comido la galleta para el futuro.
Pero él se ha ganado el cielo.
La voz: Al menos, eso cree él.
Trump: ¿Cómo? ¿De qué hablas?
La voz: Caballeros, esto no es el purgatorio. Aceptaron los términos y condiciones al entrar. Su destino es estar en esta sala de juntas para siempre. Son sífifos de las galletas. Por lo que les pido que, una vez más, saquen sus miserias.
Los que nunca pierden, perdieron para siempre. Gritos y lágrimas se agolpan en esa sala de juntas porque… mágicamente aparece un plato nuevo de galletas.
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¡Hasta el miércoles!¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,J. McNamara, aka Geeknifer.
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