Mi madre tenía un maestro de tai chi, el Sr. Zhu, un viejito de China, muy sabio, con el que tuve la suerte de conversar con él algunas veces.
Un día el Sr Zhu me dice así con su español a medias que todo es lo mismo que nada.
Ese rato no supe muy bien como responderle, pero esa frase se me quedó, y de vez en cuando vuelve para atormentarme haha. Mientras pensaba en hacer este episodio la frase estuvo flotando todo el tiempo aquí a mi alrededor, así que la dejo aquí de Intro antes de comenzar.
Ahora sí. Hola Hola mi nombre es Camilo, y bienvenidos a Lecturas del Bosque. Hoy día quiero hablar de un libro de Julio Cortázar que se llama Los Reyes.
Julio Cortazar es uno de los escritores argentinos más famosos y reconocidos, fue parte del boom latinoamericano y es considerado uno de los autores más innovadores de su tiempo. Por ejemplo su libro más famoso, Rayuela - que yo no he leído todavía, está anotado en las deudas pendientes - tiene diferentes finales y diferentes formas de leerse, es un libro muy estudiado y analizado por los críticos literarios. Otro día hablaremos sobre Rayuela. Continuemos con Los Reyes.
Los Reyes parece que fue el primer libro publicado con su nombre, cuando todavía era un autor relativamente desconocido. En su momento pasó desapercibido, pero en él ya podemos ver el afán de Cortázar de ver, o de descubrir el otro lado de las cosas, el lado escondido, lo que no se ve a simple vista, o lo que no nos cuentan.
Los Reyes está compuesta de versos endecasílabos, heptasílabos y alejandrinos. Escrita como una obra de teatro, llena de un lenguaje antiguo y elegante, nos lleva a un ambiente medio épico, mitológico, justamente.
Una de las cosas que más me gustan del libro es que nos deja con más ganas de saber más sobre la historia de Teseo, del laberinto y del Minotauro.
Y para cualquier persona que se interese por ese mito, debería estar sí o sí en su lista.
Ahora les voy a dejar el fragmento de una entrevista en la que Julio Cortázar cuenta, con su acento afrancesado, sobre cómo escribió Los Reyes. Es una anécdota muy bonita. Para que vean que la historia promete.
En cuanto a Los Reyes, bueno, ese es un caso muy extraño, ese librito que tú has calificado de poema dramático, algo así.
La idea del libro me nació en un colectivo, tú sabes lo que es un colectivo?
- Un autobús, no?
Sí, unos pequeños autobuses que habían. Un microbús donde nos metían como sardinas a quince personas, pero que era muy cómodo porque uno iba de un lado al otro, y eran muy baratos, además. Y volviendo a mi casa. Yo vivía en Extramuros, bastante lejos del centro. Un día de golpe, así en un viaje de esos en que te aburres, de golpe sentí toda la presencia de algo que resultó ser pura mitología griega. Lo cual creo que le da razón a Jung y a su teoría de los arquetipos no? En el sentido que todo está en nosotros, que hay una especie de memoria de los antepasados y que por ahí un archibisabuelo tuyo, que vivió en Creta 4 mil años antes de Cristo, pues, a través de los genes y de los cromosomas, te manda así algo que corresponde a su tiempo y no al tuyo. Y tú sin darte cuenta escribes un cuento o una novela, y en realidad estás transmitiendo un mensaje muy antiguo y muy arcaico… no tengo otra explicación que dar, a parte de que es muy bonita, tu admitirás.
No tengo otra explicación que dar, porque en ese momento yo no tenía preocupaciones de tipo mitológicas, ni mucho menos. Me interesó siempre la literatura griega y la mitología, pero no al punto de identificarme así.
Bueno, pues eso. En ese colectivo, que nada tiene de griego, salió así, la noción del laberinto, en fin, el mito de Teseo y el Minotauro. Pero sucede que yo lo vi al revés. Y eso es lo que me interesó. Y cuando llegué a mi casa comencé a escribirlo, y creo que en un par de días o tres días lo hice.
Es decir, la noción es lo contrario. Existe la versión oficial del mito: Teseo es el héroe que entra en el laberinto, guiado por el libro de Ariadna, para poder volver a salir. Y busca a ese monstruo espantoso que es el Minotauro, que devora a jóvenes rehenes. Entonces lo mata, y sale como el héroe. Yo vi eso totalmente al revés. Yo vi en el Minotauro al poeta, al hombre libre, al hombre diferente. Y que por lo tanto es el hombre al que la sociedad, el sistema, encierra inmediatamente. A veces los meten en clínicas psiquiátricas y a veces los meten en laberintos. En ese caso era un laberinto. Y entonces Teseo en cambio, es el perfecto defensor del orden. El entra allí para hacerle el juego a Minos, al Rey. Es un poco el gánster del rey. Que va ahí a matar al poeta, y efectivamente, en ese poema, cuando tú conoces el secreto del Minotauro, es que el Minotauro no se ha comido a nadie. El Minotauro es un ser inocente, que vive con sus rehenes, y que juega y danza, y ellos son felices dentro.
Llega entonces este joven Teseo, que tiene los procedimientos de un perfecto fascista, y que lo mata inmediatamente.
- Es el Nazi
Si quieres, me da lo mismo. Están todos en el mismo juego.
Que bonita entrevista no? La entrevista completa es super interesante y está disponible en youtube para el que quiera verla.
Entonces. Es eso, desde hace miles de años que nos venimos contando y recontando ese mensaje antiguo, arcaico, del que habla Cortazar en la entrevista. La historia de Teseo y el Minotauro, nos la venimos contando de manera oral, en crónicas, en piezas de teatro, en cuentos, en novelas y hasta en películas.
Normalmente la historia es la misma: La isla de Creta era el reino más poderoso de su tiempo, Minos competía con sus hermanos por el trono, y para hacerse con el poder pide ayuda a Poseidón, dios del mar, pidiéndole que se manifieste mandándole un toro divino al que Minos habría de sacrificar en su honor. Poseidón hace nace del mar un toro magnífico, blanco como la nieve, y al ver la belleza del toro, Minos desea quedarse con él, y sacrificar otro toro en su lugar. Eventualmente consigue el trono de Creta, y se vuelve en el rey más poderoso de su tiempo. Pero al anteponer el privilegio privado al bienestar público quedándose con el toro divino en lugar de sacrificarlo, simbólicamente se convierte en un tirano al no cumplir su rol, al no cumplir su papel.
Poseidón, en venganza, hace que Pasifae, la esposa de Minos, se enamore perdidamente del toro. Entonces, mientras Minos estaba ocupado en batallas y rutas comerciales, Pasifae, seducida por el toro, pide ayuda a Dédalo, que era una especie de científico loco de la época, el que termina construyendo una vaca de madera para que Pasifae pueda engañar y conquistar al toro, lo que consigue. Así es que nace el Minotauro, una bestia con cuerpo de hombre y cabeza de toro.
Por temor, y por vergüenza, Minos acude también a Dédalo, para que construya un laberinto donde esconder y encerrar al Minotauro, y en lugar del perfecto Juez y guía se convierte en el símbolo del Rey tirano que todo lo puede por medio de la fuerza.
Como una promesa, la cultura naciente de Atenas comienza a amenazar la hegemonía de Creta. Como símbolo de sumisión, Minos pide que cada 9 años 7 hombres y 7 mujeres jóvenes, elegidos al azar sean enviados a Creta para entrar en el Laberinto como una ofrenda al Minotauro. Teseo todavía no era muy querido en esa ciudad, era extranjero y el hijo bastardo del Rey. Ya había vivido algunas aventuras de cierto renombre, pero la gente todavía lo veía con escepticismo. Entonces, cuando tocaba el siguiente envío, Teseo se ofrece como voluntario para viajar a Creta, y promete matar al Minotauro y poner fin a la sumisión de Atenas.
Así es que Teseo llega a Creta. – Entre paréntesis, aquí es donde comienza la historia en Los Reyes, con la llegada de Teseo - Y en el mito clásico, tras su llegada Ariadna se enamora de él, y se ofrece a ayudarlo a salir del laberinto si Teseo promete llevarla con él una vez vencido el Minotauro. Para esto, Ariadna recurre una vez más a Dédalo. Ella también recurre a Dédalo, quien le da el hilo con el cual guiar a Teseo de vuelta hacia la libertad.
En resumen Teseo entra en el laberinto, mata a la bestia, y vuelve a casa para convertirse en Rey.
La matanza del minotauro eleva a Teseo a las grandes ligas de los bravos ídolos griegos. El arquetipo del héroe ecnuentra en él a su gran representante. Hasta aquí es el mito propiamente de Teseo y el Minotauro, pero vale la pena algunas palabras sobre lo que vino después.
En este punto, incluso en el mito clásico hay muchas versiones sobre cómo y por qué lo hace, pero Ariadna no llega hasta Atenas con Teseo, se queda en el camino, por voluntad propia en algunas versiones, por que es secuestrada en otras, para casarse con Dionisio o porque Teseo la quiso abandonar.
El asunto es que Ariadna se queda en el camino y que más tarde Teseo se casaría con su hermana menor, Fedra, en otra interesantísima historia que tendrá que ser comentada en otra oportunidad.
También hay varias versiones sobre por qué y cómo es que al regresar de Creta no izan las velas blancas en señal de triunfo, Teseo vuelve con velas negras. Entonces Egeo, su padre, al ver esto desde lejos, no puede con la tristeza de pensar que su hijo ha muerto y se suicida lanzándose al mar, que desde entonces lleva su nombre. El mar Egeo.
Teseo al regresar se convierte en Rey, y unifica en Atenas a toda la región del Ática que estaba dividida en varias pequeñas ciudades. Llama a todos a una ciudad en términos de igualdad, y al parecer comienza la tradición democrática de Atenas.
En el mito clásico, más adelante Teseo vive muchas más aventuras, la mayoría al lado de su mejor amigo, Pirítoo, cómo la expedición de los argonautas en busca del vellocino de oro, o el viaje al mismísimo infierno para intentar secuestrar a Perséfone, esposa de Hades o el secuestro de Helena de Troya, cuando esta todavía era una niña, - secuestro que le termina costando el trono, pues los hermanos de Helena colocan otro rey en Atenas en su ausencia: Menesteo, que es el que comanda más adelante las naves atenienses en La Ilíada. -
Cuando Teseo es rescatado del Hades por Hércules, que dicen que era su primo y en cierto sentido su inspiración y rival, vuelve a Atenas solo para ser rechazado. Termina su vida lejos de su ciudad y de su gente. En algunas versiones empujado desde un precipicio por un precavido rey y en otras se cae por accidente.
A grandes rasgos esa es una de las historias que de una y otra formas nos hemos estado contado desde la antigüedad.
En 1947, Jorge Luis Borges ya nos da otra mirada sobre el mito del Minotauro en su interesante cuento La casa de Asterión, en el que el Minotauro no es un monstruo malvado, sino un ser solitario e incomprendido, marginado por la sociedad, que mata, casi sin querer, a las personas que entran en el laberinto y que al final se deja matar con Teseo como si este fuese una especie de redentor que lo libraría de su solitaria existencia.
En 1949 Cortazar, siendo todavía un escritor prácticamente desconocido publica Los Reyes, y aquí el Minotauro no solo no es una bestia malvada, sino que es un filósofo, un poeta, que no mata, sino ilustra a todos los que entran al laberinto, quienes lo tratan con admiración y como a un maestro. Ariadna no está enamorada de Teseo, sino del Minotauro. Y el hilo que le da era para engañosamente salvar al Minotauro. En esta versión Teseo es un fascista al que nada le importa mucho más que el poder de su propia voluntad.
Aquí le leo un fragmento en el que Ariadna, que en Los Reyes se llama Ariana narra con qué intenciones le da el hilo a Teseo:
(…) Los ojos de Teseo me miraron con ternura. “Cosa de mujer, tu ovillo; jamás hubiera hallado el retorno sin tu astucia.” Porque todo él es camino de ida. Nada sabe de nocturna espera, del combate saladísimo entre el amor y la libertad (…)
(…) Si hablas con él dile que este hilo te lo ha dado Ariana”. Marchó sin más preguntas, seguro de mi soberbia, pronto a satisfacerla. “Si hablas con él dile que este hilo te lo ha dado Ariana…” ¡Minotauro, cabeza de purpúreos relámpagos, ve cómo te lleva la liberación, cómo pone la llave entre las manos que lo harán pedazos! (…)
Pero el Minotauro, que también ama a Ariadna, al ver a Teseo con el hilo, piensa que ella lo ha traicionado, y en lugar de luchar contra Teseo, elige la muerte y se deja matar, con la esperanza de vivir por siempre en los sueños de los hombres, donde todo es permitido.
Así el Minotauro le dice a Teseo:
(…)Muerto seré más yo(…)
(…)Qué sabes tú de muerte, dador de la vida profunda. Mira, sólo hay un medio para matar monstruos: aceptarlos. (…)
(…)¿No comprendes que te estoy pidiendo que me mates, que te estoy pidiendo la vida? (…)
(…)Llegaré a Ariana antes que tú. Estaré entre ella y tu deseo. Alzado como una luna roja iré en la proa de tu nave. Te aclamarán los hombres del puerto. Yo bajaré a habitar los sueños de sus noches, de sus hijos, del tiempo inevitable de la estirpe. Desde allí cornearé tu trono, el cetro inseguro de tu raza… Desde mi libertad final y ubicua, mi laberinto diminuto y terrible en cada corazón de hombre(…)
(…)Cuando el último hueso se haya separado de la carne, y esté mi figura vuelta olvido, naceré de verdad en mi reino incontable. Allí habitaré por siempre, como un hermano ausente y magnífico. ¡Oh residencia diáfana del aire! ¡Mar de los cantos, árbol de murmullo! (…)
El libro termina con la muerte del Minotauro, y con Teseo saliéndose con la suya, pero no como héroe. Lo interesante es ver como Cortazar cambia todo el sentido de la historia sin cambiar las acciones de la misma. O sea, a pesar que suceden las mismas cosas que en el mito clásico, tiene de algún modo todo al revés. Los personajes hacen las mismas cosas, pero con otras intenciones y desde otras perspectivas, lo que cambia el significado de la historia y nos deja con la pregunta:
¿Son las intenciones y los pensamientos con las que se hacen las cosas lo que les da su significado? ¿Son estos igual o más importantes que las acciones en sí? O, por el contrario, y al margen de las intenciones, será que lo que realmente importa es lo que se termina haciendo, y ya?
Los dejo con la reflexión.
En los Reyes, al cambiar las intenciones de los personajes, cambia todo el significado de la historia. Pero yo creo que al mismo tiempo enriquece al mito tradicional, porque por algo son mitos, son historias que se van alimentando y creciendo con todas las versiones que la forman.
En 1946, André Gide, escribe un hermoso librito llamado Teseo, en el que nos cuenta la misma historia clásica, pero desde la perspectiva de un Teseo ya envejecido, que cuenta sus memorias.
En este libro, Teseo, en su juventud, tiene actitudes bastantes similares a las del Teseo de Los Reyes, también es un tipo egoísta y medio fascistoide, un charlatán intrépido que nos confiesa, por ejemplo, alegrase de la muerte de su padre, puede que incluso nos esté contando que fue a propósito que no izaron las velas blancas al regresar. Por dar un ejemplo solamente.
El laberinto aquí, al igual que en Los Reyes, es un lugar del cual nadie quiere salir, pero por otras razones. Aquí Dédalo ha instruido que se quemen ciertas hierbas debajo del laberinto para que este esté permanentemente lleno de un vapor alucinógeno que deja a todos los que están dentro en un estado de placentera confusión, o iluminación si se prefiere.
Aquí la matanza del Minotauro tampoco tiene nada de heroica, Teseo lo encuentra durmiendo, pero es justamente después de volver de Creta que el Teseo de Gidé hace su gesta realmente heroica al unificar y transformar Atenas en la ciudad del pueblo, redistribuyendo y reorganizando y llamando a todos los extranjeros a poblarla con los mismos derechos de los que ya viven ahí. A partir de ahí vemos a un Teseo más sabio, más democrático y mñas maduro. En esas memorias Teseo comenta que todas las aventuras del vellocino de oro, el viaje al infierno y demás, habían sido solo habladurías de la gente que nunca se ocupó por desmentir.
Termina el libro después de una conversación con Edipo de Tebas, y acercándose al precipicio donde habría de morir dice:
“Si comparo mi destino con el de Edipo, puedo sentirme satisfecho. No ha quedado nada por hacer. Atrás queda la ciudad de Atenas. La he amado, más aún que a mi mujer y a mi hijo. Hice de ella mi ciudad. Mi pensamiento, a mi muerte, sabrá habitarla inmortalmente. Y me acerco, por mi propio pie, a la muerte solitaria. He saboreado los bienes de la tierra. Me resulta reconfortante pensar que después de mí, gracias a mí, los hombres se reconocerán más afortunados, mejores y más libres. Mi obra no tiene más sentido que el bien de la humanidad futura.
He vivido.”
Como yo lo veo, es así que el mito se va alimentando de todas las historias que lo forman. Podríamos seguir mencionando escritos sobre los mismos protagonistas y los mismos temas durante horas de horas, sin embargo, a mí me parece que el mito “original” por llamarlo así, se va nutriendo de todas estas versiones, y se mantiene vivo en y a través de ellas.
En un episodio anterior ya hablé de como las historias han sido y son de vital importancia en nuestras vidas. Los mitos se han usado para crear y recrear todo tipo de empresas, para mover y promover todo tipo de intereses, pero también han servido para guiar al ser humano a través de sus propias incertidumbres y dificultades.
La vida es bella. Pero todos sabemos que vivir no es fácil. En cualquiera de sus etapas, no es fácil vivir. Ya nacemos llorando, y a partir de ahí nada es fácil, ser niño es dificilísimo: el miedo al abandono o a la competencia permanente con otros niños, quien salta más lejos, quién corre más rápido, o, por el contrario, la soledad infantil. Y No es fácil crecer. Y la adolescencia, ni qué se diga, la inseguridad y hasta el disgusto de ser quien uno es, el rechazo de los pares, la rebeldía porque sí. La juventud, los laberintos del amor, el convertirse en hombre, en padre, conocer la pérdida, el fracaso, conocer la vejez, reinventar una y otra vez las alegrías de la vida... e ir aprendiendo poco a poco a morir. No es fácil.
Lo que sí es fácil, es perderse en el camino, no saber hacer algunas de las tantas transiciones que debemos hacer en la vida. No reconocer el momento de avanzar, o no saber cómo buscar la fortaleza para hacerlo. Ya sea en religiones, en filosofías o tradiciones, a lo largo del tiempo las historias nos han ayudado a transitar estos caminos.
Llegando a esta parte tengo que mencionar a Joseph Campbell, que tanto me gusta. Para él, al igual que para Carl Jung, los mitos son más que simples historias. Para él, así como los sueños son expresiones del inconsciente del individuo, los mitos son expresiones del inconsciente colectivo de la humanidad.
Él ve en los mitos y en los rituales justamente la fuente de la sacamos los símbolos que hacen avanzar el espíritu humano y que contrarrestan otras constantes fantasías humanas, que tienden a atarnos al pasado, que no nos dejan crecer. Porque no es fácil crecer.
Y los mitos nos ayudan precisamente a hacer eso, y nos pueden dar esa ayuda, porque nuestra vida no es tan única como podemos estar tentados a pensar. En ellos están condensadas las experiencias de nuestros antepasados.
Al comienzo de su libro El héroe de las mil caras, mientras nos explica las diferencias entre mito y sueño, JC hace unos comentarios muy interesantes sobre el mito de Teseo y el Minotauro.
En primer lugar y al empezar el drama, ve en Minos al hombre que por egoísta, no cumple con el rol que tiene que desempeñar en su comunidad – rol que es expresado a través del rito, en este caso el rito de coronación como rey - y al no cumplir la promesa del rito y lo que significa para el ideal que representa -en este caso ser un buen rey -, Minos se separa del resto de la comunidad y se convierte en tirano.
En el caso de Minos se convierte en Tirano para su reino y para las ciudades vecinas, pero esto también puede suceder a menor escala en cualquier comunidad: ya sea esta un barrio, una empresa, una familia, una amistad.
JC lo explica mejor así:
“…De acuerdo con la antigua leyenda, la falta original no fue de la reina sino del rey, y él no pudo culparla, porque recordaba lo que había hecho. Había convertido un asunto público en un negocio personal, sin tener en cuenta que el sentido de su investidura como rey implicaba que ya no era meramente una persona privada. La devolución del toro debería haber simbolizado su absoluta sumisión a las funciones de su dignidad. El haberlo retenido significaba, en cambio, un impulso de engrandecimiento egocéntrico. Así el rey elegido "por la gracia de Dios", se convirtió en un peligroso tirano acaparador. Así como los ritos tradicionales de iniciación enseñaban al individuo a morir para el pasado y renacer para el futuro, los grandes ceremoniales de la investidura lo desposeían de su carácter privado y lo investían con el manto de su vocación. Ése era el ideal, ya se tratara de un artesano o de un rey...”
“…La figura del Monstruo-Tirano es conocida en las mitologías, en las tradiciones populares, en las leyendas y hasta en las pesadillas, en todo el mundo, y sus características son esencialmente las mismas. Él es el avaro que atesora los beneficios generales. Es el monstruo ávido de los voraces derechos del "yo y lo mío". Los estragos por él provocados están descritos en la mitología y en el cuento de hadas y son de universales consecuencias dentro de sus dominios. Éstos pueden reducirse a su habitación, a su psique torturada, a las vidas que contamina con el toque de su amistad y de su ayuda o puede alcanzar a toda su civilización…”
Entonces, el mundo está atrapado en una tiranía y clama por un héroe salvador. Esta es la llamada del héroe, y todos la tenemos. En el caso del mito de Teseo el héroe viene del exterior, de la naciente fuerza cultural ateniense, pero esto no tiene que ser siempre así. El héroe también puede venir del interior.
El mundo está atrapado en el tedio y el terror. Y es deber del héroe el traer renovación, resurrección. Pero no puede haber resurrección sin muerte.
Hay que dejar de ser bebé para convertirse en niño, y hay que dejar de ser niño para convertirse en hombre, hay que dejar de gobernar a unos pocos para ser el líder de todos, así son las transiciones de la vida. Pero la muerte no significa la desintegración total, y el renacer no sígnica el hacer aparecer algo de la nada. En nuestro laberinto interior está todo lo que hemos sido y las semillas de todo lo que podríamos llegar a ser. Y es justamente ahí donde el héroe tiene que ir. El viaje del héroe es hacia dentro, donde se encuentran los monstruos más temibles, pero donde también está el tesoro más valioso.
Otra vez, a pesar de la traducción JC lo dice más bonito, escuchen:
“El primer paso, la separación o retirada, consiste en una radical trasferencia de énfasis, del mundo externo al interno, del macro al microcosmos, un retirarse de las desesperaciones de la tierra perdida a la paz del reino eterno que existe en nuestro interior. Pero este reino, como lo conocemos por el psicoanálisis, es precisamente el inconsciente infantil. Es el reino que penetramos en los sueños.
Lo llevamos dentro de nosotros eternamente. Todos los ogros y los ayudantes secretos de nuestra primera infancia están allí, toda la magia de la niñez. Y lo que es más importante, todas las potencialidades vitales que nunca pudimos traer a la realización de adultos; esas otras porciones de nuestro ser están allí; porque esas semillas de oro no mueren. Si sólo una porción de esa totalidad perdida pudiera ser sacada a la luz del día, experimentaríamos una maravillosa expansión de nuestras fuerzas, una vívida renovación de la vida, alcanzaríamos la estatura de la torre.”
Pero, ¿cómo hacemos para transitar por esos caminos? ¿cómo hacemos para no perdernos en el laberinto?
Ahí viene la eterna ayuda de las historias, los mitos y las leyendas. Las antiquísimas enseñanzas de nuestros ancestros son nuestro hilo de Ariadna, gracias al cual podemos salir del laberinto.
Y si el hilo de Ariadna representa a los mitos, Dédalo representa al chamán, al terapeuta, al psicólogo, al guía espiritual, conocedor de nuestro pasado, que llegado el momento nos dará el arma necesaria para matar al monstruo.
Solo que el monstruo es el mismo héroe, que solamente después de morir y renacer puede y debe volver para compartir lo aprendido. El viaje del héroe no esta completado hasta que vuelve y comparte lo aprendido.
“Y lo que es más, ni siquiera tenemos que arriesgarnos solos a la aventura, porque los héroes de todos los tiempos se nos han adelantado, el laberinto se conoce meticulosamente; sólo tenemos que seguir el hilo del camino del héroe. Y donde habíamos pensado encontrar algo abominable, encontraremos un dios; y donde habíamos pensado matar a otro, nos mataremos nosotros mismos; y donde habíamos pensado que salíamos, llegaremos al centro de nuestra propia existencia; y donde habíamos pensado que estaríamos solos, estaremos con el mundo.”
Para Campbell, el héroe es “el hombre o la mujer que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones históricas personales y locales y ha alcanzado las formas humanas generales.”
De un tiempo a esta parte hemos comenzado a deconstruir, desaprender y reinventar todo tipo de mitos e ideas, lo que nos da una enorme libertad a la hora de buscar, plantear y replantear significados. Lo que puede ser de una enorme ayuda en nuestro intento de entender nuestro propio camino, pero como dijo el Sr. Zhu: todo es lo mismo que nada. Por eso, al toparnos de frente con esa infinidad de posibilidades, es tanta la libertad que es fácil sentir la insoportable levedad del ser de la que hablaba Kundera.
Sin embargo, de algo nos tenemos que agarrar. Porque después de matar a todos los dioses y a todos los héroes, cómo vamos hacer para navegar las turbulentas aguas de la incerteza, y en la noche más oscura, cómo vamos a iluminar nuestro viaje interior en busca de la fortaleza necesaria para hacer lo que tiene que ser hecho, cómo vamos encarar las obligatorias transiciones de vida y de muerte que conlleva el estar aquí.
En mi propio intento, he elegido refugiarme en la literatura, agarrarme del hilo del camino del héroe, ya sea este mitológicos, o de barrio, ya sea este un príncipe ateniense o un hombre con cabeza de toro. Con mucho cariño he ido llenando este podcast con estos héroes que nos muestran el camino del ser humano: Juan Preciado, Zezé, Antonio José Bolivar Proaño, Luis Padilla Sibauti, Héctor Chacón alias “el Nictálope”, el anónimo fugitivo de la isla de Morel, Miguel Hernández y Josefina Manresca, mi querídisimo Capitán Vasco Moscoso de Aragón, Altazor, el Jaguar, el Poeta, el Esclavo, la estirpe de José Arcadio Buendía, la encantadora y disimulada Capitú, Florentino Ariza y también Fermina Daza, con quien finalmente he hecho las paces. Y claro, todos los demás héroes que vendrán.
Espero no los aberlos aburrido con tantas divagaciones. Eso es todo por hoy. Una vez más le recomiendo darle una leída a Los Reyes y si pueden me cuentan por qué caminos los llevó. Un abrazo, y hasta la próxima.