En el imaginario del rock argentino, Luis Alberto
Spinetta era el músico de estructuras libres, más asociado a las conexiones del
jazz y el rock; y Charly García era aquel niño prodigio de formación clásica y
oído absoluto que conectó su don con las fronteras abiertas que impusieron The
Beatles en la música pop. Ese imaginario, aunque certero, es injusto y, sobre
todo, reduccionista: la influencia de Spinetta y García es tan inabarcable
como el imaginario creativo de dos músicos incomparables en el ecosistema de
cualquier circuito musical que se precie.
Como prueba, este ejercicio de adaptación y
acercamiento que Roberto Pettinato, controvertido saxofonista (lo fue de
Sumo, una de las bandas más icónicas e indescifrables del rock argentino de los
años ‘80; pero también capitaneó en sus años en España proyectos como Pachuco
Cadáver, entre otros), periodista (fue una de las figuras más populares y
controvertidas de la televisión argentina de los años ’90 y principios de los
2000) y agitador cultural (dirigió durante años revistas de una importancia contracultural
absoluta como el Expreso Imaginario y La Mano), hace hacia el jazz de parte
de la obra más experimental y desconocida de Charly García.
Pettinato ya había hecho este ejercicio hace un par de
años con parte del cancionero de Sumo, grupo del que formó parte y del que
conocía perfectamente las canciones más propensas hacia las derivas jazz-rock. En
el caso del repertorio de Charly García, el saxofonista hacia un trabajo de
arqueología de parte de esa cara b o, incluso, cara c del repertorio del García
más libre, fuera de estructuras formales, más cerca de la suite de música
clásica o de la ópera rock progresiva, esquivando los clásicos del enfant
terrible e icono infinito del rock argentino.
Aliado con Hernán Cassiba al contrabajo, Omar Menéndez a
la batería, Andrés Marino a las teclas y, sorpresivamente y a pesar del
delicado estado de salud de los últimos años, con el propio Charly García a la
voz, la guitarra y las teclas en más de la mitad del disco; este álbum reivindica
la vis más free jazz de García: canciones casi desconocidas de la época de Sui
Géneris (como “Tango en segunda”) o Serú Girán (como “Veinte trajes verdes”),
del primer Charly de los años ’80 (“Transatlántico Art Decó”, “Total
Interferencia” o “Vos también estabas verde”), del que se alió con Pedro Aznar
para cazar su espíritu jazzy (“Happy and Real”) o del García más químico y
experimental de los ’90 en adelante (“Say No More” y “Película sordomuda”).
El álbum no solo no pretende resolver la vis más
anárquica, free jazz y desconocida del repertorio de Charly García; sino que,
con Roberto Pettinato como aliado, extrema las facultades más libres de un
Charly que, siempre rockero y neoclásico, se permite improvisaciones que
dan a lugar una canción que podría haber formado parte de álbumes suyos como “La
hija de la lágrima” (como la única inédita, sitar incluido: “iPad Church Number
9”) y reivindica al controvertido Pettinato como un arreglista mayúsculo a la
hora de mirar desde el jazz moderno más psicodélico y trippy, repertorios
clásicos. Hacer un disco tributo a un artista icónico es fácil. Hacer este
tipo de discos tributo a artistas icónicos no es nada fácil. Ojalá Pettinato siga
jugando a ese juego.
Alan Queipo