Más allá del indudable alcance de la música y ritmos de
su país que colombianos universales como J Balvin, Maluma, Shakira o Juanes han
conseguido en los últimos años; existe una riqueza cultural en Colombia que aún
no ha encontrado un altavoz masivo. Por ejemplo, el de San Basilio de Palenque,
un pequeño pueblo del departamento de Bolívar, a 50 kilómetros de Cartagena de
Indias, considerado “el primer pueblo libre de la América colonial” y, por
tanto, uno de los sitios con mayor riqueza cultural de todo el continente
americano. Y es que, aún habitado por descendientes de los cimarrones que se
liberaron de la esclavitud, los palenqueros tienen su propia lengua criolla (un
vocabulario con orígenes kikongo, kimbundu y portugués); y en el que la música
es uno de los puntos más importantes de esta cultura, reproduciendo ritmos como
el bullarengue, la chalusonga o el bullarengue. Toda esta tradición la
condensan Kombilesa Mi; pero, además, han conseguido añadir elementos propios
de la música urbana, en un artefacto sonoro que suena como una vuelta de tuerca
mucho más racial, tribal y ritual que lo ya hecho por bandas como Orishas,
Calle 13 o ChocQuibTown. En este segundo álbum, el combo colombiano hace aún
más visible sus implicaciones sociopolíticas (hay una fuerte reivindicación
racial en varias canciones, especialmente en “No más discriminación”), pero,
sobre todo, sirve como un arma de divulgación de la cultura palenquera tan
cerca de las raíces ortodoxas de su cultura como de la modernización
vanguardista de esos mismos postulados; y ejercen de médiums entre las
conexiones aún por desarrollar entre los folclores de África y América.