A Segunda B, sí, pero en nuestros términos. Tras cerciorarse de que los verdaderos mamadores estaban ahí fuera, en otros clubes, y de que los ojetes más escocidos se sientan en sillones forrados de cuero en la Castellana, el deportivismo ha decidido que, si el barco se hunde, la orquesta del Titanic tocará la canción que nosotros queramos. Mientras el fútbol baila al ritmo del compás que marca la familia Tebas, sénior y júnior, el Deportivo está más solo que la una aunque más acompañado que nunca por los propios. De los ajenos, nada espera ya. “Fomos ficando sós, o Dépor, Abanca e máis nós”, que escribió el poeta. Como en una serie de David Simon, nuestro protagonista descubre atónito cómo la red de corruptelas e intereses cruzados es tan tupida que resulta imposible desenredarla. Desde la justicia deportiva, a la prensa madrileñérrima, pasando por los clubes aduladores e incluso la policía, si fuese menester, todos colaboran en someter a aquel que solo pasaba por allí. En estas historias, el antihéroe acostumbra a acabar mal, sí, pero al menos en el último plano muestra un rostro lleno de dignidad. La indignidad buscadla aquí, en estas tres horas en las que insultos fueron pronunciados, pantomimas fueron retratadas, carruseles fueron retransmitidos, teatrillos fueron interpretados, y Miguel y Artabrias fueron escuchados. Y ahora, si nos disculpan, nos vamos a saludar desde la cubierta.