Romanos 8
15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre!
16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
En tiempos de crisis aparecen aquellos fantasmas de personalidad y emociones que socavan nuestra autoestima con pensamientos de derrota. Nos sentimos bombardeados con pensamientos donde todo lo cuestionamos y nos sentimos incapaces de hacer frente a los desafíos que tenemos o vemos por delante. -No se puede, no soy capaz, no lo voy a poder enfrentar-, etc. Antes de declarar tantas palabras de derrota, Dios nos recuerda quienes somos y para qué estamos en esta sociedad. Dado que somos lo más preciado de la creación divina, el diablo se ha ocupado, y se ocupa, de hacernos olvidar el lugar que Dios nos ha dado haciéndonos sentir muy poca cosa.