Qué putada ser el director de LOS40 o de Cadena 100 y
tomar la decisión de que “A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando” de
Manolo García o “Torn” de Natalie Imbruglia es lo más pop que puede sonar ahora
mismo en la radiofórmula.
Más que putada es una pena, porque hay una generación
inmensa de artistas nacidos en los últimos compases del siglo XX o en los
primeros del XXI que son el nuevo pop: uno que en ocasiones, como
es el caso de Rojuu, se toma excusiones hacia márgenes alternativos; y, en
otros muchos, como es el caso de Rojuu, también, también se acerca como
prácticamente nadie desde la generación de Pereza y El Canto del Loco a un
registro ultramelódico que podría reiniciar la cultura de radiofórmula con un
cancionero formado por canciones de ahora, y no de cuando los artistas de ahora
nacieron.
Eso es lo que pasa al escuchar el maravilloso “KOR KOR
LAKE”, una especie de refrenda pop de un Rojuu que, hasta el momento, se había
presentado casi como un avatar humanoide: una rara avis, un artista de internet
que comenzó a saberse un líder generacional a la hora de construir
producciones de un pop que podía ser capaz de disparar a los márgenes menos
amables del nuevo pop y a los más digeribles.
Y precisamente esa es la convivencia que proyecta en su
nuevo álbum, y primero sacado bajo el amparo de Sonido Muchacho, un sello
absolutamente generacional, donde conviven propuestas como las de Sen Senra,
Carolina Durante, Natalia Lacunza, Cupido o Rojuu, todos ellos paladines de una
nueva, valga la redundancia, generación de referentes en el ecosistema pop
estatal.
Hay dos climas muy diferenciados en el disco. Uno
de ellos, cuando se pone declaradamente pop, con canciones que parecen
plagiar libremente “Las de la intuición” de Shakira (“FANTASÍA PLACEBO”), mejorar
la propuesta solista de Alizzz (“NEZUKO”), jugar con baladas punk-pop
otaku (“¿CUÁNTO TIEMPO NOS QUEDA?”) o apelar al registro más dulce y melódico
de Julieta Venegas (“NADA ME LEVANTA”).
El otro, cuando se inventa un bakalao digital para
habitantes de internet (“NANA” o “100XRE A TU LADO STARE”), cuando recupera
el drum’n’bass para discotecas que pueden ser videojuegos o stramings en Twitch
(“POST VELADA”), cuando tira de guitarras podridas en clave post-grunge para
hablar de la melancolía de su generación (“REHAB BOYS 2020”), cuando se inventa
un trip-hop para un emo del futuro (“COLD AMSTERDAM”), cuando proyecta un emo-trap
para disparar contra los adultos y reivindicar a la juventud infinita (“ADULTOS
DOWN BAD”). Un ídolo para una nueva pop: y sí, este tiene pelo.
Alan Queipo.