Se nos va de ojo que el verismo alcanzado por los videojuegos sumerge al usuario en un mundo virtual, que va más allá del artificio tecnológico para el entretenimiento; al ofrecerle una vida paralela a la real.
El crecimiento exponencial de su calidad técnica difumina su carácter original de recreación o simulacro de la vida tangible, incluso de su propia virtualidad, al permitir al usuario dotar a su avatar de su propia identidad física, gestual o de movimientos y, en breve, de su propio pensamiento.
En ese futuro, que está ya a la vuelta de la esquina, la dicotomía entre virtualidad y realidad se desvanece, para crear un nuevo contexto para la vida que modificará nuestra manera de relacionarnos, producir, consumir e intercambiar, de enamorarnos y de interpretarnos a nosotros mismos. Como en todo proceso de abordaje de las innovaciones tecnológicas, lo que en un primer momento se presenta como un juego, termina por introducirnos en un nuevo contexto vital caracterizado, ya, por la mixtura entre lo orgánico y lo inorgánico que va a dar un nuevo sentido a la vida. ¡Que no se te vaya de ojo!