EN EL SILENCIO DEL VOLCÁN 10
Me sugiere un beso tuyo ese sabor a vergüenza,
al espacio entre nosotros, al deseo de estar más cerca
sentados en tu distancia.
Me sugiere una mirada el desdén de un matrimonio
que no quisiera contigo, que nunca debí tener.
Se te lee entre las piernas lo negativo de andar entre sabanas de hilo,
entre las nubes del mar o la espuma de las aguas.
Imposible naufragar entre los mares de nalgas
que encierras en las rodillas,
cuanto más el ateísmo que te traes entre las manos,
ora sí ora nos vamos y la locura te pierde entre pelotas y pecho
sin saber a qué jugar sin escuchar, sin un faro que te sirviera de ayuda.
Te mata el ego apagado que se te enciende en la frente,
de gritos o de sosiego llevas pegado a la piel un amor muerto,
el sonido de tu risa ya muy lejos, ya muy ciego.
Sueñas ya tarde los colores de arco-iris
la edad ya no te responde no por los siglos
que nacen en la plata de tu pelo,
te comiste el caramelo que regala la alegría,
tus ventanas dan al patio como único horizonte
que te sugiere la vida, aunque descanses en otros
que te darán el adiós cuando menos te lo esperes.
Se fueron por sus railes los trenes del desamor
la ilusión se transparenta se pierde en las cataratas
de los surcos que se duelen y marchitan en tu rostro.
La expresión de tu sonrisa se secó como las piedras
que bailan en las veredas o le cantan a la luna.
Hablar de amor con brujas que se vuelan a la noche
es como pintar paredes en el espacio o el aire,
sin arena, sin las hojas de laurel que cerraban tu cintura.
Ahorcar sirenas, lunares, los recuerdos que se fueron los jadeos
que de puntillas suenan como las palomas cuando se muere la tarde,
se han perdido entre las olas de las lágrimas que ocultas,
¡qué recuerdos!, si las velas que prendiste
pudieran hablar ahora surgirían mil preguntas,
mil respuestas callarían como sueños de diamantes
apagándose al final bordándose a la deriva
y durmiendo en mis bolsillos las notas
de las campanas que sonaron aquel día
y que huyeron una vez tras los besos,
tras la sed de encontrar de nuevo un día
lo que anduviera buscando puerta a puerta,
noche a noche, sueño a sueño,
rompiendo con las ofensas,
por tantos momentos muertos.
Me fui a andar los caminos en busca de aquella orilla
descalzo por los deseos y roto por los suspiros
por los caminos del agua por los dolores del frio.
Como si estuviera escrito un oasis de delirio,
maduró en un suspiro.
Entre reflejos de amor se me nació un espejismo,
aquel que siempre busque, el que desea toda alma
donde reposar sin duelo, sin temor, sin las tinieblas
donde repartir las piedras de dolor por los barrancos,
donde recostar sonrisas, donde encender candelabros.
Lo que siempre había soñado, la luz de amor que soñé
esa luz que había buscado, esa luz por fin la hallé.
Chema Muñoz©