Tatiana Méndez abrazó a su hijo por última vez la mañana del 24 de enero de 2012. Su hijo Santiago, de apenas 13 años, murió tras intentar un reto viral que circulaba en redes sociales. Un juego disfrazado de entretenimiento, pero con consecuencias devastadoras, lo que parecía inofensivo resultó ser mortal.

Desde ese momento, Tatiana comenzó a vivir un duelo profundo, silencioso y constante. Su cuerpo se quebró, su mente se nubló y su alma entró en una batalla diaria entre el dolor, la culpa y la necesidad de seguir adelante. Pero en medio de ese abismo emocional, encontró una luz inesperada: sus gatos. Esos seres de cuatro patas le devolvieron el calor que la vida le había arrebatado.

Tatiana comparte su historia con una honestidad que conmueve.

Nos habla del amor infinito hacia un hijo, de la pérdida más dolorosa, de cómo el cuerpo somatizó lo que el alma no pudo procesar, pero también de la fuerza que puede emerger incluso en el dolor.

Este testimonio no es solo una historia de duelo. Es una advertencia urgente sobre los peligros ocultos que habitan en los teléfonos de nuestros hijos. Es un llamado a prestar atención, a hablar, a educar y a acompañar.

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