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Hace unos programas, Miguel Pocoví decía que una de las hipótesis más razonables era la de que nos gusta el alcohol porque este se produce por fermentación de los azúcares en las frutas maduras, de las que nuestros ancestros extraían buena parte de las calorías y nutrientes que necesitaban. Esta es la llamada “hipótesis del mono borracho”. No obstante, el metabolismo del alcohol genera un producto intermedio, el acetaldehído, una molécula tóxica que puede afectar a la transmisión nerviosa e, incluso, interferir con la síntesis o reparación del ADN, lo que puede causar cáncer. Por esas razones, la evolución debía favorecer los individuos con mejores capacidades para detoxificar el alcohol con rapidez y evitar sus efectos perniciosos. Sin embargo, un nuevo estudio ha descubierto que ciertas células del sistema inmune atacan a las bacterias generando un ambiente tóxico, un proceso que requiere la inactivación temporal de las enzimas capaces de evitar los efectos tóxicos del metabolismo del alcohol. Este estudio ofrece una interesante explicación al hecho de que ciertas variantes genéticas pervivan todavía hoy en la especie humana y no hayan sido eliminadas de la población.
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Hace unos programas, Miguel Pocoví decía que una de las hipótesis más razonables era la de que nos gusta el alcohol porque este se produce por fermentación de los azúcares en las frutas maduras, de las que nuestros ancestros extraían buena parte de las calorías y nutrientes que necesitaban. Esta es la llamada “hipótesis del mono borracho”. No obstante, el metabolismo del alcohol genera un producto intermedio, el acetaldehído, una molécula tóxica que puede afectar a la transmisión nerviosa e, incluso, interferir con la síntesis o reparación del ADN, lo que puede causar cáncer. Por esas razones, la evolución debía favorecer los individuos con mejores capacidades para detoxificar el alcohol con rapidez y evitar sus efectos perniciosos. Sin embargo, un nuevo estudio ha descubierto que ciertas células del sistema inmune atacan a las bacterias generando un ambiente tóxico, un proceso que requiere la inactivación temporal de las enzimas capaces de evitar los efectos tóxicos del metabolismo del alcohol. Este estudio ofrece una interesante explicación al hecho de que ciertas variantes genéticas pervivan todavía hoy en la especie humana y no hayan sido eliminadas de la población.
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