Como bien sabemos, uno de los pilares fundamentales de la democracia es la separación de poderes y su correspondiente balance de pesos y contrapesos que permita controlar el ejercicio del poder. Es decir, aunque las elecciones sean libres y garantizadas (riquísimo elemental) ello no resulta suficiente para darle viabilidad al proyecto democrático.
Ese equilibrio está hoy amenazado severamente en democracias asediadas por el ímpetu de la autocracia populista. Veamos el más reciente caso de los Estados Unidos: Donald Trump no solo está abiertamente enfrentado a jueces federales con algunas decisiones que desobedece, sino que con su mayoría en el Congreso, está desafiando el sistema de contrapesos como nunca antes en la historia de esa democracia, a decir de los expertos.
Hay varios ejemplos que podríamos tomar: el del juez federal de Washington James E. Boasberg que prohibió la deportación de un grupo de venezolanos hacia El Salvador, el del juez Theodore Chuang, que ordenó paralizar el cierre de la agencia de ayuda al desarrollo USAID, la de jueza Ana Reyes que bloqueó la orden para prohibir a las personas transgénero servir en el Ejército, etc.
Más allá de cada caso en particular, lo que está en el centro de la cuestión es un debate sustantivo respecto de, ¿sí los jueces deben poder limitar al Poder Ejecutivo o no? Por supuesto para Trump y su círculo de confianza la respuesta es negativa y a punta de exabruptos rechazan las órdenes que tratan de frenar los ímpetus de las arremetidas de la Casa Blanca. Que los jueces están "fuera de control" "desquiciados" que "no ganaron ninguna elección" para comportarse como se comportan, y en definitiva "no me importa lo que piensen los jueces" como dijo el zar de la frontera, Tom Homan.
En otros contextos, los presidentes autocráticos o con tendencia manifiesta a serlo, tenían un poco más de contención a la hora de burlar los contrapesos al ejercicio de su poder. Incluso tenían preocupaciones de ser castigados en las urnas por hacerlo. El temor es que hoy no sea así, pues sus bases los aplauden por ser "fuertes" y enfrentarse al establecimiento político, digamos que a los "otros con corona".
Tal vez por eso los autoritarios como Trump se pavonean caminando por los límites de sus competencias. Tanto que se atrevió a decir este fin de semana que no es ninguna broma que podría buscar un tercer mandato, cuando eso lo tiene abiertamente prohibido por la Constitución de los Estados Unidos.
¿Qué riesgos corren las democracias con constantes los ataques al Poder Judicial? Para ampliarlo conversaremos con el constitucionalista, Marvin Carvajal.