Este episodio no es una guerra contra el alcohol.
Es una declaración de amor hacia mí.

Te comparto desde mi parte más honesta y vulnerable por qué decidí iniciar un reto de 100 días sin alcohol.
No porque sea malo, sino porque ya no va con la mujer en la que me estoy convirtiendo.

No me considero abstemia, me considero libre.
Libre de necesitar algo externo para relajarme, pertenecer o disfrutar.
Libre de esa copa que se había vuelto una muleta social.

Aquí te cuento cómo me he sentido en estos primeros días, qué he descubierto sobre mí, cómo afecta el alcohol a tu sistema nervioso y a tu capacidad de manifestar... y por qué hoy, desde el amor propio, digo:

“Hoy no brindo con vino… brindo por mí.”