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Con el auge de Instagram y Tiktok, las islas Lofoten en Noruega, han cobrado una notoriedad inesperada, atraen anualmente a más de un millón de turistas pese a tener una población de 25 mil habitantes. Este sobreturismo empieza ya a tener efectos nocivos, la degradación de áreas naturales, el excremento de humanos en jardines y cementerios, pero también la pérdida de identidad. El rorbur, la típica casita roja de los pescadores se ha convertido en el símbolo máximo del airbnb ocultando poco a poco siglos de tradición pesquera.
Reportaje elaborado con la colaboración de Edoardo Malvenuti
A principios del siglo XIX, cuando el invierno llegaba a Noruega, los pescadores del extremo norte del país sabían que había llegado la hora de dejar las labores de la tierra para dirigirse a Lofoten y, a punta de remo, empezar la temporada del bacalao. La travesía duraba días en los que, envueltos en pieles y alumbrados por las auroras boreales y las pocas horas de luz que el invierno nórdico les permitía, ellos remaban y remaban hasta tocar puerto. Exhaustos, volteaban sus botes y se protegían allí de los vientos invernales; otros, los más afortunados entraban en unas casitas rojas, el color más barato de la época y cerraban los ojos a la espera del inicio del día de pesca. Hoy, dos siglos después, las mismas islas que antes hervían de comercios, de vida y de pescadores, han ido vaciándose poco a poco, las fábricas pesqueras desapareciendo y los residentes locales han visto llegar a nuevos pescadores: turistas pescadores de instantes y repetidores de experiencias.
Hoy, capturar lo bello con una ráfaga de fotos, congelar y maximizar con filtros el instante de un lugar remoto para soltarlo luego en el mar de las publicaciones de Instagram o de la red social de preferencia, se ha vuelto la norma. Publicar, consumir y ser consumido, parece ser el lema de hoy y del turismo de masa que inunda hasta los lugares más remotos del mundo como las islas Lofoten, pese a encontrarse a 150 kilómetros del círculo polar ártico.
Tal vez, la maldición de Lofoten empezó hacia el 2005 cuando la National Geographic catalogó la playa de Uttakleiv como el lugar más romántico del mundo. Desde entonces, todo fue cuesta arriba - o cuesta abajo- y solo se acentuó con la masificación de las redes sociales y el auge las compañías lowcost. Esta playa que antes solo recibía a sus 12 residentes y a algunos visitantes esporádicos, de pronto llegó a recibir, en un solo verano, hasta 250 mil personas. Un caso similar es el de la montaña de Reinebringen, pese a no ser de las más altas de Noruega es muy famosa por las vistas espectaculares desde sus cimas. Ella recibía en 2020 a unos 50 mil turistas, en 2024, la cifra aumentó drásticamente a 250 mil visitantes.
Sin embargo, en Lofoten el sobreturismo no golpea visualmente como en las grandes ciudades. Al ser un territorio vasto con una población pequeña y diseminada, su presencia se percibe en detalles, al principio sutiles, para luego imponerse con toda su fuerza sin dejar espacio a dudas. En Stamsund, una ciudad de mil habitantes perteneciente a la isla de Vestvagoy, donde ni siquiera existe una farmacia, la imposición del airbnb como modelo de negocio se revela a través de pequeñas cajas negras de seguridad colocadas sistemáticamente al lado de las puertas de los rørburs, las casas típicas de los pescadores que hoy se han convertido en el hotel de moda de los turistas de todo el mundo.
Los rørburs, sobrevivientes del pasado y símbolo del airbnbEstas casitas que son hoy la foto postal más conocida de Lofoten dan cuenta en realidad de la historia de las islas y de una identidad que parece tambalearse a medida que el turismo de masa se impone. Jack, un carpintero y residente de Stamsund, observa los cambios en las islas sin mayor apego, sabe que en las condiciones económicas actuales, el turismo es necesario para la población, pero lo que sí parece conmoverlo es la madera y las construcciones actuales que utilizan el nombre de "rørbur"
Llaman rorbur, a todas estas casas nuevas que están cerca del mar. Pero no es un rorbur en lo absoluto. Tienen azulejos en el baño y calefacción en el piso y tienen ventanas ventanas. Así que ni siquiera es una copia. Solo tienen el mismo color. Son pequeños hoteles. Es solo un nombre
Actualmente, Jack tiene un proyecto importante, renovar un rorbur de unos 100 años de antiguedad y que se encuentra en la bahía de Steine. Amante de la madera y del trabajo delicado de las antiguos carpinteros, Jack observa que cada pieza de ese antiguo rørbur fue elegida y unida con cuidado. Un cuidado y un tiempo de trabajo que casi parecen incompatibles con el ritmo vertiginoso de hoy.
Creo que este (rørbur) es bastante especial porque es de madera y está muy bien hecho … La madera ha sido trasladada desde el sur en barcos. Las trajeron aquí desde Trondelag y Helgeland, porque aquí en esta isla no tenemos madera ni bosques como estos (...) Soy carpintero de profesión. Y me encantan estas cosas antiguas. Yo podría utilizar mi motosierra y hacer lo que tengo que hacer, Pero veo que lo han hecho todo a mano y apenas hay espacio entre las vigas. Y han trabajado mucho para que quede tan bonito. Así que, por ejemplo, ahora que voy a hacer esta puerta, tengo que usar mi motosierra y quitar la pared de madera, y ay, me duele tener que matar esta pared. Pero quedará bonito
Silent Steine: revivir una bahía y revivir a los rørburs
El trabajo de Jack se enmarca en un proyecto más grande, forma parte del ambicioso deseo de repoblar una antigua bahía de pescadores que hoy se encuentra deshabitada. Repoblar es, tal vez, una palabra muy grande, por lo pronto, el proyecto de Evan, amigo de Jack, implica restaurar y renovar los rørburs que han sobrevivido los embates del tiempo. El objetivo, dice, Evan, no es turístico, él como otros residentes advierte que con la llegada del turismo de masa, lugares como Steine pueden convertirse rápidamente en estaciones turísticas y enterrar la memoria de la isla.
Es particular, pero tanto la memoria de los pescadores y de la época del bacalao como otros eventos que marcaron la vida de los habitantes de entonces, siguen presentes en el discurso de hoy. Una de las primeras cosas que recibe al foráneo al llegar a Steine es una inmensa placa conmemorativa en honor a personas que fallecieron en 1906. Escrito en Noruego es difícil obtener más detalles, sin embargo, al poco tiempo de conversar con Jack y sin que se lo hubiésemos pedido, la explicación aparece.
La montaña se derrumbó. Fue una avalancha. Nieve, rocas y todo eso cayó sobre Steine. ¿Ves esa piedra? Esa roca enorme cayó en esa época. Fallecieron diecinueve personas que tenían entre 16 y 60 años. La tormenta se llevó la iglesia y también el hospital se quemó o se volcó. La carretera estaba antes en la costa, en el mar. Esa era la carretera. Mi viejo amigo venía desde lejos en su bote trayendo la leche a Steine. Dos veces al día venía. Hoy, todo eso ha quedado atrás, los rørburs de hoy - que no lo son - incluso tienen su propia televisión con cable y todo.
Frente al temor de que una nueva avalancha de turistas se lleve definitivamente lo que queda de Antigua Steine, Evan ha ido comprando los rørburs de la zona con un solo objetivo:
Preservar la memoria. Sí, eso es lo que estoy tratando de hacer. Renovar algunas de las cabañas y, tal vez más adelante, alojar a algunas personas y decirles que pueden vivir como pescadores durante unos días, pero no como turistas. Quiero renovarlo tal y como era antes, pero hacerlo de la manera correcta y no poner una televisión ni todas esas cosas.
Robert Capa también pasó por Stamsund
Hoy en Stamsund solo existen dos supermercados para los mil habitantes permanentes. No existe ni farmacia ni hospital ni un bar. El único que cumple esas funciones el hotel del pueblo que es también el único y donde los precios no necesariamente invitan a multiplicar la clientela. Existe también un salón de té con un carrot cake buenísimo que es, probablemente, el único punto de encuentro social en Stamsund.
¿Ves ese salón de té? Ningún lugar ha sido tantas cosas como ese salón de té. Al principio fue un prostíbulo, luego fue una farmacia, luego ni me acuerdo qué fue, pero ahora es un salón de té, dice Berit una residente de Steine, a unos 10 minutos en auto de Stamsund.
Berit creció con los pescadores y los rørburs, ella recuerda los tiempos previos a 1980, cuando el mar de Noruega aún hervía de bacalao y cómo eso atraía a miles de pescadores. La bonanza de las islas y de Stamsund era tal que la tía de Berit logró que el famosísimo reportero de guerra y fotógrafo Robert Capa desvíe su trayectoria y vaya a Stamsund a observar la pesca del bacalao
No sé si él trabajaba para la revista Life o para quién. Era 1952, los Juegos Olímpicos se celebraban en Oslo y él ya estaba aburrido, quería volver a casa, pero le dijeron que no, que tenía que ir a cubrir la pesca del bacalao en las islas, y en realidad se suponía que debía ir a Svolvaer, porque es la capital de Lofoten. Siempre ha habido rivalidad entre Svolvaer y Stamsund... Cuando iba de camino, conoció a mi tía en el barco. Probablemente ella era tan habladora como yo. Así que ella le dijo: «No, no vas a ir a Svolvaer, vas a ir a Stamsund y te vas a quedar con mi familia», y así lo hizo. Se quedó aquí y tomó muchas fotos (...) se quedó con mi familia durante mucho tiempo. Como forma de retribución, invitó a mis padres y a mi tío y tía a París. Les dijo: «Cuando vayan a París, búsquenme». Así que fueron a París para reunirse con él, pero a él lo habían enviado a una reunión o algo así y les dejó un mensaje para que fueran a la agencia de fotografía Magnum y tomaran todas las fotos que quisieran. Escogieron algunas y Robert Capa también les dijo que podían ir a un restaurante y que pusieran todo en la cuenta de él. Así fue como estas fotos llegaron a Lofoten.
El teatro y la cultura para preservar la memoriaLa memoria en Stamsund se mantiene viva no solo por el relato de historias como las de Berit o iniciativas como las de Evan sino también por la producción cultural activa del lugar. En Stamsund existen tres teatros en un radio menor a un kilómetro y para una población local de mil habitantes.
Uno de los directores de teatro es Andreas Eilersten, él dirige el teatro Eilersten - Granados
Alguien tiene que contar las historias. Y es. Es necesario. Uno de los primeros trabajos que hicimos aquí fue buscar historias, investigar para tener como un archivo para hacer teatro. Eso todavía está vivo. Que tenemos esos mitos, esa música, esas tradiciones, esas danzas y hay que transformarlo. Hay que intentar eso. Yo quiero que esa sea una inspiración para los artistas que vienen aquí a nuestro teatro, porque así sigue vivo, que la cultura, el arte no se quede parado.
Andreas llegó a Stamsund hace 35 años y ha ido observando el cambio vertiginoso que ha desatado el turismo de masa. Él no está en contra del turismo, como todos los residentes de las islas saben que el ingreso de la industria turística es necesario para evitar que más ciudades sigan despoblándose. Andreas comenta que la isla de su padre también pescador, ahora está completamente deshabitada, pese a que durante la época del auge del bacalao habían barcos directos que lo conectaban con Londres. Uno podía ver a la gente de Lofoten con la misma moda que en Londres o en París, dice Andres quien advierte acerca del crecimiento acelerado del turismo
Stamsund todavía no es de lo más turistificados, pero se nota que la gente está construyendo cada vez más casas para el turismo y más Airbnb. (...) Y esos problemas son no son únicos para Lofoten, es igual en Barcelona. Me gusta también ver gente aquí. Tampoco podemos tener pueblo de fantasmas. Pero hay maneras de hacer las cosas y el crecimiento demasiado rápido no está bien. Estamos hablando del tema del turismo porque realmente es algo que ha subido muy rápido en pocos años. El ejemplo de la montaña en Reinebringen que en 2020 tenía 50.000 visitantes subiendo la montaña y en 2024 250.000. Es un crecimiento muy muy, muy grande en muy poco tiempo y. Hay que preparar un poquito antes de abrir la puerta y decir Bienvenidos
La basura, el principal problemaPara un territorio con una población de 25 mil habitantes, recibir un flujo superior al millón de turistas al año implica una serie de enormes desafíos. El principal es el manejo de los desechos, de la basura y de los excrementos humanos que se acumulan en diferentes lugares. No es, felizmente, aún el caso de Stamsund donde los únicos paneles que vimos advierten contra el uso indiscriminado de drones y contra el hecho de acampar en cualquier lugar. Las autoridades saben, sin embargo que es una realidad y es por ello que el año pasado se aprobó una impuesto a los turistas, como un intento de empezar a paliar los primeros síntomas del sobreturismo. No se trata de un impuesto obligatorio sino a potestad de los municipios que pueden decidir si aplican o no esta tasa que no podrá superar el 5 % del precio del alojamiento. El sector hotelero critica una medida que penalizará a los noruegos sin resolver los problemas y que tal vez no se adapta a la realidad pues el problema de los desechos tiene que ver con que no existe suficiente infraestructura para recibir la avalancha turística.
Al respecto, el vice alcalde de Vestvagoy expresa también sus preocupaciones:
Nos gustaría tener más control sobre las personas que pasan la noche aquí. Si están haciendo turismo o acampando, nos gustaría organizar mejor las cosas para que puedan parar donde quieran pero que por la noche vayan a otros lugares, que estén preparados para acogerlos. Y el principal problema es que los baños y la basura se están desbordando con esta acampada salvaje. Es un problema, sí. No es un problema enorme, pero existe. Por lo tanto, le corresponde a la comunidad hacer mejores arreglos con los baños, con el lavado y la información, dónde se puede ir al baño, dónde se puede lavar, dónde se puede hacer esto y aquello, para que los turistas sepan cómo deben actuar. Así que estábamos trabajando desde el municipio en este tema. Y las empresas privadas también están estudiando esto.
Frente a destinos turísticos cada vez más saturados, las islas Lofoten se convierten en una elección sin pierde. Pese a encontrarse casi al extremo del mundo, sus temperaturas en verano bordean los 24 grados centígrados, las vistas desde las montañas son mágicas, el mar ha vuelto a ser generoso, el skrei o bacalao noruego ha regresado a las corrientes del mar de Noruega, y a medianoche es posible ir a la playa a observar el mágico espectáculo de un sol que jamás duerme. En Lofoten, los animales se pasean aún con los humanos, las gaviotas, las águilas, las nutrias, los peces, las ballenas, los salmones; en pleno siglo XXI, en Lofoten los niños aún salen por la noche a manejar bicicleta, y el turista sabe que puede recorrer largas y solitarias carreteras sin temor alguno, ni a la oscuridad ni a otros humanos pues en estas tierras todo el mundo se conoce y aún se saluda al cruzarse en el camino. Como antes frente a la fiebre del bacalao, hoy las islas Lofoten enfrentan un nuevo desafío, pero tal vez han aprendido ya la lección: cuotas y moderación y no pescar ni turistas ni bacalao más de lo permitido.
 By RFI Español
By RFI EspañolCon el auge de Instagram y Tiktok, las islas Lofoten en Noruega, han cobrado una notoriedad inesperada, atraen anualmente a más de un millón de turistas pese a tener una población de 25 mil habitantes. Este sobreturismo empieza ya a tener efectos nocivos, la degradación de áreas naturales, el excremento de humanos en jardines y cementerios, pero también la pérdida de identidad. El rorbur, la típica casita roja de los pescadores se ha convertido en el símbolo máximo del airbnb ocultando poco a poco siglos de tradición pesquera.
Reportaje elaborado con la colaboración de Edoardo Malvenuti
A principios del siglo XIX, cuando el invierno llegaba a Noruega, los pescadores del extremo norte del país sabían que había llegado la hora de dejar las labores de la tierra para dirigirse a Lofoten y, a punta de remo, empezar la temporada del bacalao. La travesía duraba días en los que, envueltos en pieles y alumbrados por las auroras boreales y las pocas horas de luz que el invierno nórdico les permitía, ellos remaban y remaban hasta tocar puerto. Exhaustos, volteaban sus botes y se protegían allí de los vientos invernales; otros, los más afortunados entraban en unas casitas rojas, el color más barato de la época y cerraban los ojos a la espera del inicio del día de pesca. Hoy, dos siglos después, las mismas islas que antes hervían de comercios, de vida y de pescadores, han ido vaciándose poco a poco, las fábricas pesqueras desapareciendo y los residentes locales han visto llegar a nuevos pescadores: turistas pescadores de instantes y repetidores de experiencias.
Hoy, capturar lo bello con una ráfaga de fotos, congelar y maximizar con filtros el instante de un lugar remoto para soltarlo luego en el mar de las publicaciones de Instagram o de la red social de preferencia, se ha vuelto la norma. Publicar, consumir y ser consumido, parece ser el lema de hoy y del turismo de masa que inunda hasta los lugares más remotos del mundo como las islas Lofoten, pese a encontrarse a 150 kilómetros del círculo polar ártico.
Tal vez, la maldición de Lofoten empezó hacia el 2005 cuando la National Geographic catalogó la playa de Uttakleiv como el lugar más romántico del mundo. Desde entonces, todo fue cuesta arriba - o cuesta abajo- y solo se acentuó con la masificación de las redes sociales y el auge las compañías lowcost. Esta playa que antes solo recibía a sus 12 residentes y a algunos visitantes esporádicos, de pronto llegó a recibir, en un solo verano, hasta 250 mil personas. Un caso similar es el de la montaña de Reinebringen, pese a no ser de las más altas de Noruega es muy famosa por las vistas espectaculares desde sus cimas. Ella recibía en 2020 a unos 50 mil turistas, en 2024, la cifra aumentó drásticamente a 250 mil visitantes.
Sin embargo, en Lofoten el sobreturismo no golpea visualmente como en las grandes ciudades. Al ser un territorio vasto con una población pequeña y diseminada, su presencia se percibe en detalles, al principio sutiles, para luego imponerse con toda su fuerza sin dejar espacio a dudas. En Stamsund, una ciudad de mil habitantes perteneciente a la isla de Vestvagoy, donde ni siquiera existe una farmacia, la imposición del airbnb como modelo de negocio se revela a través de pequeñas cajas negras de seguridad colocadas sistemáticamente al lado de las puertas de los rørburs, las casas típicas de los pescadores que hoy se han convertido en el hotel de moda de los turistas de todo el mundo.
Los rørburs, sobrevivientes del pasado y símbolo del airbnbEstas casitas que son hoy la foto postal más conocida de Lofoten dan cuenta en realidad de la historia de las islas y de una identidad que parece tambalearse a medida que el turismo de masa se impone. Jack, un carpintero y residente de Stamsund, observa los cambios en las islas sin mayor apego, sabe que en las condiciones económicas actuales, el turismo es necesario para la población, pero lo que sí parece conmoverlo es la madera y las construcciones actuales que utilizan el nombre de "rørbur"
Llaman rorbur, a todas estas casas nuevas que están cerca del mar. Pero no es un rorbur en lo absoluto. Tienen azulejos en el baño y calefacción en el piso y tienen ventanas ventanas. Así que ni siquiera es una copia. Solo tienen el mismo color. Son pequeños hoteles. Es solo un nombre
Actualmente, Jack tiene un proyecto importante, renovar un rorbur de unos 100 años de antiguedad y que se encuentra en la bahía de Steine. Amante de la madera y del trabajo delicado de las antiguos carpinteros, Jack observa que cada pieza de ese antiguo rørbur fue elegida y unida con cuidado. Un cuidado y un tiempo de trabajo que casi parecen incompatibles con el ritmo vertiginoso de hoy.
Creo que este (rørbur) es bastante especial porque es de madera y está muy bien hecho … La madera ha sido trasladada desde el sur en barcos. Las trajeron aquí desde Trondelag y Helgeland, porque aquí en esta isla no tenemos madera ni bosques como estos (...) Soy carpintero de profesión. Y me encantan estas cosas antiguas. Yo podría utilizar mi motosierra y hacer lo que tengo que hacer, Pero veo que lo han hecho todo a mano y apenas hay espacio entre las vigas. Y han trabajado mucho para que quede tan bonito. Así que, por ejemplo, ahora que voy a hacer esta puerta, tengo que usar mi motosierra y quitar la pared de madera, y ay, me duele tener que matar esta pared. Pero quedará bonito
Silent Steine: revivir una bahía y revivir a los rørburs
El trabajo de Jack se enmarca en un proyecto más grande, forma parte del ambicioso deseo de repoblar una antigua bahía de pescadores que hoy se encuentra deshabitada. Repoblar es, tal vez, una palabra muy grande, por lo pronto, el proyecto de Evan, amigo de Jack, implica restaurar y renovar los rørburs que han sobrevivido los embates del tiempo. El objetivo, dice, Evan, no es turístico, él como otros residentes advierte que con la llegada del turismo de masa, lugares como Steine pueden convertirse rápidamente en estaciones turísticas y enterrar la memoria de la isla.
Es particular, pero tanto la memoria de los pescadores y de la época del bacalao como otros eventos que marcaron la vida de los habitantes de entonces, siguen presentes en el discurso de hoy. Una de las primeras cosas que recibe al foráneo al llegar a Steine es una inmensa placa conmemorativa en honor a personas que fallecieron en 1906. Escrito en Noruego es difícil obtener más detalles, sin embargo, al poco tiempo de conversar con Jack y sin que se lo hubiésemos pedido, la explicación aparece.
La montaña se derrumbó. Fue una avalancha. Nieve, rocas y todo eso cayó sobre Steine. ¿Ves esa piedra? Esa roca enorme cayó en esa época. Fallecieron diecinueve personas que tenían entre 16 y 60 años. La tormenta se llevó la iglesia y también el hospital se quemó o se volcó. La carretera estaba antes en la costa, en el mar. Esa era la carretera. Mi viejo amigo venía desde lejos en su bote trayendo la leche a Steine. Dos veces al día venía. Hoy, todo eso ha quedado atrás, los rørburs de hoy - que no lo son - incluso tienen su propia televisión con cable y todo.
Frente al temor de que una nueva avalancha de turistas se lleve definitivamente lo que queda de Antigua Steine, Evan ha ido comprando los rørburs de la zona con un solo objetivo:
Preservar la memoria. Sí, eso es lo que estoy tratando de hacer. Renovar algunas de las cabañas y, tal vez más adelante, alojar a algunas personas y decirles que pueden vivir como pescadores durante unos días, pero no como turistas. Quiero renovarlo tal y como era antes, pero hacerlo de la manera correcta y no poner una televisión ni todas esas cosas.
Robert Capa también pasó por Stamsund
Hoy en Stamsund solo existen dos supermercados para los mil habitantes permanentes. No existe ni farmacia ni hospital ni un bar. El único que cumple esas funciones el hotel del pueblo que es también el único y donde los precios no necesariamente invitan a multiplicar la clientela. Existe también un salón de té con un carrot cake buenísimo que es, probablemente, el único punto de encuentro social en Stamsund.
¿Ves ese salón de té? Ningún lugar ha sido tantas cosas como ese salón de té. Al principio fue un prostíbulo, luego fue una farmacia, luego ni me acuerdo qué fue, pero ahora es un salón de té, dice Berit una residente de Steine, a unos 10 minutos en auto de Stamsund.
Berit creció con los pescadores y los rørburs, ella recuerda los tiempos previos a 1980, cuando el mar de Noruega aún hervía de bacalao y cómo eso atraía a miles de pescadores. La bonanza de las islas y de Stamsund era tal que la tía de Berit logró que el famosísimo reportero de guerra y fotógrafo Robert Capa desvíe su trayectoria y vaya a Stamsund a observar la pesca del bacalao
No sé si él trabajaba para la revista Life o para quién. Era 1952, los Juegos Olímpicos se celebraban en Oslo y él ya estaba aburrido, quería volver a casa, pero le dijeron que no, que tenía que ir a cubrir la pesca del bacalao en las islas, y en realidad se suponía que debía ir a Svolvaer, porque es la capital de Lofoten. Siempre ha habido rivalidad entre Svolvaer y Stamsund... Cuando iba de camino, conoció a mi tía en el barco. Probablemente ella era tan habladora como yo. Así que ella le dijo: «No, no vas a ir a Svolvaer, vas a ir a Stamsund y te vas a quedar con mi familia», y así lo hizo. Se quedó aquí y tomó muchas fotos (...) se quedó con mi familia durante mucho tiempo. Como forma de retribución, invitó a mis padres y a mi tío y tía a París. Les dijo: «Cuando vayan a París, búsquenme». Así que fueron a París para reunirse con él, pero a él lo habían enviado a una reunión o algo así y les dejó un mensaje para que fueran a la agencia de fotografía Magnum y tomaran todas las fotos que quisieran. Escogieron algunas y Robert Capa también les dijo que podían ir a un restaurante y que pusieran todo en la cuenta de él. Así fue como estas fotos llegaron a Lofoten.
El teatro y la cultura para preservar la memoriaLa memoria en Stamsund se mantiene viva no solo por el relato de historias como las de Berit o iniciativas como las de Evan sino también por la producción cultural activa del lugar. En Stamsund existen tres teatros en un radio menor a un kilómetro y para una población local de mil habitantes.
Uno de los directores de teatro es Andreas Eilersten, él dirige el teatro Eilersten - Granados
Alguien tiene que contar las historias. Y es. Es necesario. Uno de los primeros trabajos que hicimos aquí fue buscar historias, investigar para tener como un archivo para hacer teatro. Eso todavía está vivo. Que tenemos esos mitos, esa música, esas tradiciones, esas danzas y hay que transformarlo. Hay que intentar eso. Yo quiero que esa sea una inspiración para los artistas que vienen aquí a nuestro teatro, porque así sigue vivo, que la cultura, el arte no se quede parado.
Andreas llegó a Stamsund hace 35 años y ha ido observando el cambio vertiginoso que ha desatado el turismo de masa. Él no está en contra del turismo, como todos los residentes de las islas saben que el ingreso de la industria turística es necesario para evitar que más ciudades sigan despoblándose. Andreas comenta que la isla de su padre también pescador, ahora está completamente deshabitada, pese a que durante la época del auge del bacalao habían barcos directos que lo conectaban con Londres. Uno podía ver a la gente de Lofoten con la misma moda que en Londres o en París, dice Andres quien advierte acerca del crecimiento acelerado del turismo
Stamsund todavía no es de lo más turistificados, pero se nota que la gente está construyendo cada vez más casas para el turismo y más Airbnb. (...) Y esos problemas son no son únicos para Lofoten, es igual en Barcelona. Me gusta también ver gente aquí. Tampoco podemos tener pueblo de fantasmas. Pero hay maneras de hacer las cosas y el crecimiento demasiado rápido no está bien. Estamos hablando del tema del turismo porque realmente es algo que ha subido muy rápido en pocos años. El ejemplo de la montaña en Reinebringen que en 2020 tenía 50.000 visitantes subiendo la montaña y en 2024 250.000. Es un crecimiento muy muy, muy grande en muy poco tiempo y. Hay que preparar un poquito antes de abrir la puerta y decir Bienvenidos
La basura, el principal problemaPara un territorio con una población de 25 mil habitantes, recibir un flujo superior al millón de turistas al año implica una serie de enormes desafíos. El principal es el manejo de los desechos, de la basura y de los excrementos humanos que se acumulan en diferentes lugares. No es, felizmente, aún el caso de Stamsund donde los únicos paneles que vimos advierten contra el uso indiscriminado de drones y contra el hecho de acampar en cualquier lugar. Las autoridades saben, sin embargo que es una realidad y es por ello que el año pasado se aprobó una impuesto a los turistas, como un intento de empezar a paliar los primeros síntomas del sobreturismo. No se trata de un impuesto obligatorio sino a potestad de los municipios que pueden decidir si aplican o no esta tasa que no podrá superar el 5 % del precio del alojamiento. El sector hotelero critica una medida que penalizará a los noruegos sin resolver los problemas y que tal vez no se adapta a la realidad pues el problema de los desechos tiene que ver con que no existe suficiente infraestructura para recibir la avalancha turística.
Al respecto, el vice alcalde de Vestvagoy expresa también sus preocupaciones:
Nos gustaría tener más control sobre las personas que pasan la noche aquí. Si están haciendo turismo o acampando, nos gustaría organizar mejor las cosas para que puedan parar donde quieran pero que por la noche vayan a otros lugares, que estén preparados para acogerlos. Y el principal problema es que los baños y la basura se están desbordando con esta acampada salvaje. Es un problema, sí. No es un problema enorme, pero existe. Por lo tanto, le corresponde a la comunidad hacer mejores arreglos con los baños, con el lavado y la información, dónde se puede ir al baño, dónde se puede lavar, dónde se puede hacer esto y aquello, para que los turistas sepan cómo deben actuar. Así que estábamos trabajando desde el municipio en este tema. Y las empresas privadas también están estudiando esto.
Frente a destinos turísticos cada vez más saturados, las islas Lofoten se convierten en una elección sin pierde. Pese a encontrarse casi al extremo del mundo, sus temperaturas en verano bordean los 24 grados centígrados, las vistas desde las montañas son mágicas, el mar ha vuelto a ser generoso, el skrei o bacalao noruego ha regresado a las corrientes del mar de Noruega, y a medianoche es posible ir a la playa a observar el mágico espectáculo de un sol que jamás duerme. En Lofoten, los animales se pasean aún con los humanos, las gaviotas, las águilas, las nutrias, los peces, las ballenas, los salmones; en pleno siglo XXI, en Lofoten los niños aún salen por la noche a manejar bicicleta, y el turista sabe que puede recorrer largas y solitarias carreteras sin temor alguno, ni a la oscuridad ni a otros humanos pues en estas tierras todo el mundo se conoce y aún se saluda al cruzarse en el camino. Como antes frente a la fiebre del bacalao, hoy las islas Lofoten enfrentan un nuevo desafío, pero tal vez han aprendido ya la lección: cuotas y moderación y no pescar ni turistas ni bacalao más de lo permitido.

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