En un deporte donde la victoria se decide por milímetros y milisegundos, la bicicleta ha dejado de ser un simple vehículo para convertirse en una extensión del atleta, una máquina de alta ingeniería comparable a un bólido de Fórmula 1. En las entrañas del equipo Cofidis, dos de sus protagonistas, el director deportivo Bingen Fernández y el ciclista Alex Aranburu, nos desvelan los secretos de una evolución tecnológica que no se detiene.
Ahora se habla mucho de las bicicletas, que son muy parecidas a los bólidos de Fórmula 1 y la comparación no es casual. La estrategia para ganar ya no solo se planifica sobre el asfalto, sino en los túneles de viento y los laboratorios de desarrollo.
Hace menos de una década el paradigma cambió. "Antes, sobre todo, se pensaba en el peso y no tanto en la aerodinámica. Ahora la tendencia es a la aerodinámica", explica Bingen Fernández, director deportivo del equipo Cofidis.
Esta nueva filosofía lo abarca todo. No es solo el cuadro de la bicicleta; es la combinación del ciclista con su ropa, su casco y, crucialmente, sus neumáticos. El objetivo es conseguir "velocidades mucho más altas" minimizando la resistencia del aire. Esta búsqueda de eficiencia aerodinámica es tan vital que influye directamente en la estrategia de carrera. Ante rivales como Pogacar o Vingegaard, la táctica del Cofidis es clara: "La única manera que tenemos para hacer un resultado, intentar ganarla, es anticipar", afirma Fernández, refiriéndose a la necesidad de meter corredores en las fugas.
El corazón de la máquina: carbono, geometría e ingeniería
En el centro de esta revolución se encuentra un material: la fibra de carbono. Su llegada transformó la industria por completo. "Uno de los grandes cambios que ha habido en la industria del ciclismo es el carbono. Porque con el carbono tú puedes moldear. Le puedes dar las formas que tú quieras", detalla Fernández.
Esta capacidad de moldeo permitió abandonar los clásicos tubos redondos de aluminio o acero para esculpir formas complejas que gestionan el flujo de aire. El proceso es pura ciencia. "En el túnel del viento se les echa viento de diferentes ángulos y cada ángulo hace una resistencia diferente", explica. La clave está en el "conjunto total". La rueda delantera es la primera en cortar el aire, y las turbulencias que genera afectan al resto de la bicicleta. Por eso, el tubo diagonal del cuadro es una pieza fundamental para canalizar ese flujo y reducir la resistencia general.
Este desarrollo no es un trabajo solitario. Es una colaboración constante entre el equipo y la marca, en este caso la histórica casa francesa Look. Los ciclistas, como Alex Aranburu, y el cuerpo técnico ofrecen un "feedback" continuo. "Vamos testando los materiales y a partir de ahí, pues vamos intentando conseguir la mejor aerodinámica y rendimiento", añade Fernández.
Si el cuadro es el esqueleto, los componentes son el sistema nervioso de la bicicleta.
Ruedas y neumáticos: Su evolución ha sido "muchísimo, muchísimo" mejor, según Fernández. No solo se ha ganado en adherencia para las curvas, sino, sobre todo, en la eficiencia de la rodadura. Un buen neumático puede reducir drásticamente el esfuerzo necesario para mantener la misma velocidad. "Muchas veces, solo el haber cambiado el neumático hace una diferencia increíble", asegura.
El sillín: Es el componente más personal. "En mi época -Bingen Fernández fue ciclista profesional- tenías A, B y C. El culo se tenía que acomodar a lo que tenías", recuerda Fernández con una sonrisa. Hoy, gracias a estudios de fisionomía, existen sillines adaptados a la anatomía de cada corredor, con diferentes anchuras e incluso modelos específicos para mujeres, logrando un confort y rendimiento impensables hace años.
Los pedales: Look fue pionera con el pedal automático hace casi 40 años. Aunque ha habido mejoras en materiales y rodamientos, el sistema base sigue siendo tan eficaz que "la forma más o menos no ha cambiado".
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Los ciclistas "somos bastante milimétricos"
Para el ciclista, la bicicleta es su herramienta de trabajo, y la conocen a la perfección. "Al final, nos fijamos mucho en el peso, la aerodinámica...", comenta Alex Aranburu. Incluso menciona un detalle sorprendente: "Que sea de color un poco negro, así que pesa un poco menos que el blanco". La pintura, como confirma Fernández, puede añadir hasta 150 gramos, y en la bicicleta cada gramo cuenta.
La personalización es total. Si le cambiaran su bicicleta por otra aparentemente idéntica, Aranburu se daría cuenta al instante.
"Al final cada uno tenemos nuestras manías y se nota un montón. Cada uno llevamos nuestro modelo de sillín que te gusta más, las manetas también a la altura que tú quieres. Sí que somos bastante milimétricos", confiesa.
Esta obsesión por el detalle se traduce en un diálogo constante con los mecánicos, sobre todo al inicio de una gran vuelta. "Los primeros dos días estuvimos mirándolo y poniéndolo a gusto", recuerda sobre el comienzo del Tour.
La tecnología en carrera: decisiones en fracción de segundos
Toda esta preparación se pone a prueba en la competición. Ante un pinchazo, la decisión es crítica. Un cambio de rueda puede tomar unos 30 segundos, pero si el momento es de máxima tensión, un cambio completo de bicicleta es más rápido y puede salvar la carrera.
Los ciclistas prefieren no cambiar de bici. "Aunque sea igual, el gel del sillín no es el mismo, siempre hay algo. Es como el zapato que te pones siempre", compara Fernández.
Además, el equipo dispone de diferentes tipos de bicicletas. No solo el modelo estándar, sino también "una bicicleta escaladora y una bicicleta aerodinámica", con diferencias de peso y geometría que se adaptan mejor a etapas de montaña o llanas. Sin embargo, la tendencia es clara: "Van tan rápido, incluso subiendo, que la aerodinámica, aunque sea un poquito más pesada, ayuda al rendimiento", concluye Fernández.