Se cumplen dos años en Irán de la muerte de la joven kurdo iraní Mahsa Amini. Había sido detenida por no portar el velo correctamente y falleció tras pasar 3 días bajo custodia policial. Su muerte vio nacer un movimiento de protestas a favor de los derechos de la mujer que las autoridades reprimieron con dureza.

La muerte de la joven Mahsa Amini hace dos años bajo custodia policial, tras haber sido detenida por no llevar el velo correctamente, desató una ola de protestas sin precedentes en Irán en la era moderna. 

"Mujer, Vida, Libertad" fue el nombre del movimiento pro-derechos de las mujeres, que las autoridades reprimieron sin piedad: Más de 500 muertos, 20.000 detenidos y 10 ejecuciones son el balance. 

¿Qué queda de ese movimiento dos años después? Daniel Bashandeh, analista político especializado en Irán, defiende que, pese a la represión, la llama de la protesta se mantiene.

"Toda la integración que ha llevado a cabo la República Islámica para intentar acabar con las protestas pasó por la represión. No se han dado ningún tipo de reformas para integrar a la sociedad que clamaba por más derechos e igualdad. Lo que estamos viendo ahora mismo en Irán es una generación que ahora mismo apuesta por la desobediencia civil. Es desafiar cuestiones de vestimenta, aquellas leyes que realmente son los pilares fundamentales de la República Islámica, como puede ser el velo obligatorio", explica.

"Es una sociedad joven que reclama su espacio, consciente de las consecuencias que puede llevar a cabo movilizarse, como se movilizaron por la muerte de Mahsa Amini, que acaban en represión. Estamos en una etapa de desobediencia civil que vamos a ver a lo largo de estos meses", añade al respecto. 

Leer tambiénDos años después de la muerte de Mahsa Amini, la lucha continúa, pero con pocas esperanzas

34 mujeres iraníes, incluyendo a la premio Nobel de la paz Narges Mohammadi, iniciaron una huelga de hambre para pedir a la la ONU que abandone "su silencio".

Para Bashandeh esa es la otra clave: Con la oposición interior reprimida, la falta de presión exterior facilita el enroque de las autoridades iraníes: "Por un lado, puede decirse que el régimen es débil en ese sentido, porque necesita recurrir a lo que es la represión. Pero también tenemos que entender que estamos en un contexto geopolítico bastante convulso. Occidente no está por la labor de apoyar a una posición que pueda sustituir a la República Islámica, y ese es el mensaje que se ha ido dando y sobre todo, la inacción que ha tenido por parte de la comunidad internacional".

"El régimen es consciente de que, al no existir una oposición tanto interna dentro de Irán como en el exterior, el régimen se considera no solo de cara a la comunidad internacional como un interlocutor válido, sino que realmente deja de lado cualquier plan o cualquier posibilidad para que haya una oposición organizada y, sobre todo, movilizada", prosigue. 

Tampoco es fácil una reforma desde el propio poder. Las elecciones presidenciales celebradas este verano en Irán dieron como ganador a Masoud Pezeshkian, un reformista. No obstante, sus poderes están limitados y supeditados a los del líder supremo, por lo que no se prevén grandes cambios al respecto. 

En esa línea se muestra nuestro analista: "Lo que vemos es que la República Islámica representa a una minoría del país y si quiere aspirar a representar a la mayoría, tendrá que reformarse. Ahora bien, esto pasa por renunciar a principios fundamentales de la República Islámica. Si nosotros entendemos como es la política iraní a día de hoy, tenemos que dejar claro que el presidente iraní, debido a cómo está estructurada la arquitectura de la República Islámica, goza de un poder muy limitado, a diferencia de lo que es el líder supremo.

"Con ello, está por ver hasta qué punto un candidato que ha sido denominado como reformista puede pilotar lo que es el Ejecutivo y hasta qué punto puede lograr sentar unas bases, sobre todo con un acercamiento a Occidente, que yo creo que esa va a ser la clave de su administración", termina Bashandeh.