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Camboya conmemora los 50 años de la toma de Pnom Penh por parte de los Jemeres Rojos. El 17 de abril de 1975 iniciaba lo que el régimen de Pol Pot llamó "el año cero", el punto de partida de una era de persecución, torturas y trabajos forzados que cobró la vida de un cuarto de la población camboyana. Medio siglo después, la sociedad camboyana sigue reconstruyéndose.
Muy pocos sobrevivieron al centro S-21, también conocido como la prisión de Tuol Sleng, una escuela convertida en centro de tortura. Cuando llegó el ejército de liberación en enero de 1979, solo 12 personas fueron encontradas con vida, incluidos cuatro niños, de los 20.000 prisioneros.
Norng Chan Phat es uno de ellos. Tenía 8 años cuando a su madre, a su hermano y a él, los arrestaron y llevaron a la S-21.
"Se abrió la puerta y aparecieron a cada lado de la entrada cuatro o cinco hombres armados. Ordenaron gritando a mi madre que bajara del camión. Estaba muy enferma en ese momento y no podía caminar rápido. Entonces, la empujaron al suelo. Me aterrorizó lo que veía", cuenta a RFI.
Luego empezaron los interrogatorios. "Mi madre no entendía las preguntas, entonces comenzaron a torturarla, a darle patadas frente a mis ojos. Corrí hacia ella y la abracé para protegerla, pero me dieron patadas en la espalda. Cinco o seis años después, en el orfanato donde estaba, mi espalda seguía doliéndome", recuerda Norng, quien tiene ahora 55 años.
Fue uno de los pocos sobrevivientes del régimen genocida en haber presentado una demanda contra los antiguos líderes de los Jemeres Rojos. En 2009, testificó en su juicio. El Tribunal especial de Camboya, activo desde 2006, solo ha condenado a tres dirigentes, incluido a Kaing Guek Eav (alias Duch), quien controlaba la prisión de Tuol Sleng.
"El resultado del juicio no me dejó plenamente satisfecho, pero el veredicto permitió que mi madre descansara en paz. Su alma pudo dejar este lugar y reencarnarse en una nueva vida, según la creencia budista. Era necesario que se hiciera justicia para mi madre. De lo contrario, su alma habría permanecido encerrada aquí, esperando desde la ventana de su celda obtener justicia", asegura Norng.
Han pasado 50 años, pero el trauma psicológico sigue muy presente, debido a la extrema violencia que sufrieron víctimas como Norng.
El régimen de los Jemeres Rojos duró cuatro años, hasta su caída cuando las tropas de Vietnam se tomaron Camboya. Pero su política genocidaria se cree causó 2 millones de muertes, o sea un cuarto de la población total. Muchos sobrevivientes huyeron.
"El que sabía era castigado"El obispo español Kike Figaredo llegó a Camboya en los años 80 tras haber trabajado con los refugiados.
"Como misionero, los ayudaba a aprender un oficion, de carpintería o mecánica. Que su vida se cargara de sentido, que tenía sentido seguir adelante", dice al micrófono de RFI. "Tengo un amigo que tenía 15 años durante el régimen. Recuerda que para los Jemeres Rojos la vida humana no tenía ningún valor".
Lo que más lo impactó al llegar a Camboya después de la caída de Pol Pot fueron las ansias de los jóvenes de aprender. "Su vida se quedó truncada y lo que buscaban eran oportunidades para estudiar y tener libros, porque durante esa experiencia horrible todo aquel que sabía era castigado".
Monseñor Figaredo fundó en Camboya la ONG Sauce. Lo apodan el “obispo de las sillas de ruedas” por su trabajo proporcionando movilidad a miles de mutilados del conflicto. Camboya cuenta 40.000 amputados y ha batidos récords en accidentes de minas antipersona. 30 años de conflicto han convertido el país en un campo de minas a cielo abierto.
"Vemos que muchas personas con discapacidad incluso están falleciendo a edades tempranas, a los 50 o 60 años, porque su cuerpo está destrozado. Camboya es un país llano y se inunda con facilidad, entonces las minas corren de un sitio para otro. Fueron colocadas desde los años 70 hasta el año 1998", detalla Figaredo.
Hoy en día destaca que "ahora Camboya es líder en desminaje y exporta equipos al mundo entero".
Las ONGs camboyanas quieren poner fin definitivo a las minas antipersonas este 2025, en el 50 aniversario de la caída de Pnom Penh. "Estamos ahí pronto", asegura el obispo de Battambang.
Camboya conmemora los 50 años de la toma de Pnom Penh por parte de los Jemeres Rojos. El 17 de abril de 1975 iniciaba lo que el régimen de Pol Pot llamó "el año cero", el punto de partida de una era de persecución, torturas y trabajos forzados que cobró la vida de un cuarto de la población camboyana. Medio siglo después, la sociedad camboyana sigue reconstruyéndose.
Muy pocos sobrevivieron al centro S-21, también conocido como la prisión de Tuol Sleng, una escuela convertida en centro de tortura. Cuando llegó el ejército de liberación en enero de 1979, solo 12 personas fueron encontradas con vida, incluidos cuatro niños, de los 20.000 prisioneros.
Norng Chan Phat es uno de ellos. Tenía 8 años cuando a su madre, a su hermano y a él, los arrestaron y llevaron a la S-21.
"Se abrió la puerta y aparecieron a cada lado de la entrada cuatro o cinco hombres armados. Ordenaron gritando a mi madre que bajara del camión. Estaba muy enferma en ese momento y no podía caminar rápido. Entonces, la empujaron al suelo. Me aterrorizó lo que veía", cuenta a RFI.
Luego empezaron los interrogatorios. "Mi madre no entendía las preguntas, entonces comenzaron a torturarla, a darle patadas frente a mis ojos. Corrí hacia ella y la abracé para protegerla, pero me dieron patadas en la espalda. Cinco o seis años después, en el orfanato donde estaba, mi espalda seguía doliéndome", recuerda Norng, quien tiene ahora 55 años.
Fue uno de los pocos sobrevivientes del régimen genocida en haber presentado una demanda contra los antiguos líderes de los Jemeres Rojos. En 2009, testificó en su juicio. El Tribunal especial de Camboya, activo desde 2006, solo ha condenado a tres dirigentes, incluido a Kaing Guek Eav (alias Duch), quien controlaba la prisión de Tuol Sleng.
"El resultado del juicio no me dejó plenamente satisfecho, pero el veredicto permitió que mi madre descansara en paz. Su alma pudo dejar este lugar y reencarnarse en una nueva vida, según la creencia budista. Era necesario que se hiciera justicia para mi madre. De lo contrario, su alma habría permanecido encerrada aquí, esperando desde la ventana de su celda obtener justicia", asegura Norng.
Han pasado 50 años, pero el trauma psicológico sigue muy presente, debido a la extrema violencia que sufrieron víctimas como Norng.
El régimen de los Jemeres Rojos duró cuatro años, hasta su caída cuando las tropas de Vietnam se tomaron Camboya. Pero su política genocidaria se cree causó 2 millones de muertes, o sea un cuarto de la población total. Muchos sobrevivientes huyeron.
"El que sabía era castigado"El obispo español Kike Figaredo llegó a Camboya en los años 80 tras haber trabajado con los refugiados.
"Como misionero, los ayudaba a aprender un oficion, de carpintería o mecánica. Que su vida se cargara de sentido, que tenía sentido seguir adelante", dice al micrófono de RFI. "Tengo un amigo que tenía 15 años durante el régimen. Recuerda que para los Jemeres Rojos la vida humana no tenía ningún valor".
Lo que más lo impactó al llegar a Camboya después de la caída de Pol Pot fueron las ansias de los jóvenes de aprender. "Su vida se quedó truncada y lo que buscaban eran oportunidades para estudiar y tener libros, porque durante esa experiencia horrible todo aquel que sabía era castigado".
Monseñor Figaredo fundó en Camboya la ONG Sauce. Lo apodan el “obispo de las sillas de ruedas” por su trabajo proporcionando movilidad a miles de mutilados del conflicto. Camboya cuenta 40.000 amputados y ha batidos récords en accidentes de minas antipersona. 30 años de conflicto han convertido el país en un campo de minas a cielo abierto.
"Vemos que muchas personas con discapacidad incluso están falleciendo a edades tempranas, a los 50 o 60 años, porque su cuerpo está destrozado. Camboya es un país llano y se inunda con facilidad, entonces las minas corren de un sitio para otro. Fueron colocadas desde los años 70 hasta el año 1998", detalla Figaredo.
Hoy en día destaca que "ahora Camboya es líder en desminaje y exporta equipos al mundo entero".
Las ONGs camboyanas quieren poner fin definitivo a las minas antipersonas este 2025, en el 50 aniversario de la caída de Pnom Penh. "Estamos ahí pronto", asegura el obispo de Battambang.
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